Me tomé mi tiempo, trazando con un dedo sus abdominales, y luego con dos
dedos, trazando un mapa sobre ellos, memorizándolos.
Seguí adelante.
Mis dedos se deslizaron alrededor de su ombligo y bajaron, alcanzando la
cintura de los pantalones de franela que llevaba puestos. Su cuerpo sufrió un
nuevo estremecimiento, lo cual provocó que se acercara más. Su muslo presionó
contra el lateral del mío.
Esto no está bien.
No debería estar haciendo aquello, pero saberlo no me detuvo. Lentamente,
levanté mi mirada hacia la suya.
Sus ojos eran azules como el mar más profundo que yo hubiera visto jamás,
como los que había rodeado con un círculo en el mapa que había sobre mi
escritorio. De alguna manera nuestros rostros se habían acercado más y más
durante mi exploración. Nuestros alientos se entremezclaban.
Reduje la distancia.
El contacto de mi boca contra la suya fue tan impactante y electrizante
como la primera vez, tal vez incluso más intenso ahora. Fue simplemente el más
dulce y suave de los roces. Tan solo mi boca moviéndose contra la suya, y
entonces su mano se enroscó en mi nuca.
Dejé escapar un sonido que nunca antes me había escuchado a mí misma,
abriéndole la boca, y cualquier control que Sebastian estuviera ejerciendo, lo
que fuera que lo estaba reteniendo, se quebró. Sebastian me besó, me besó de
verdad. Mi corazón amenazó con explotar. Su lengua se abrió paso. Sabía a menta
y a él. Mi mano se movió hacia su cadera y le instó a acercarse más, pero no
podía acercarse. No con mis costillas doloridas y el brazo roto.
Pero me besó, bebió de mis labios, de mi boca y de mis suspiros. Y se movió
hacia abajo, mordiéndome el labio inferior, provocándome un gemido, y trazó un
camino de besos por mi garganta cuando arqueé la cabeza hacia atrás, dándole
más acceso. Lamió y succionó, prestando especial atención a ese punto justo
bajo mi oreja que hizo que mis dedos de los pies se curvaran y mis caderas se
movieran sin descanso. A continuación devoró mis labios una vez más, nuestras
lenguas enredadas y el único sonido en la habitación era nuestro jadeo.
No tenía ni idea de cuánto tiempo estuvimos besándonos. Se alargó
muchísimo, y no era falso ni fingido cada vez que nos lanzábamos de nuevo sobre
el otro, ansiando y rogando silenciosamente por un poco más. Los amigos no se
besaban así. No se aferraban el uno al otro como lo estábamos haciendo
nosotros, mis dedos hundidos en su cadera y en su costado, su mano
sosteniéndome con firmeza por el cuello, en absoluto dispuesto a dejarme ir a
pesar de que no me estaba alejando.
Y seguimos besándonos y besándonos.
Cuando su boca finalmente se separó de la mía, apoyé la frente contra su
hombro. Respiré pesadamente y atrapé su camiseta entre mis dedos. Durante lo
que pareció una eternidad, ninguno de los dos se movió, y entonces él volvió a
tumbarse de lado. Dejó la mano sobre mi cadera y la deslizó arriba y abajo por
mi espalda en movimientos largos y suaves. Con su aliento bailando cálidamente
sobre mi mejilla.
Y no hablamos durante el resto de la noche.
Si no hay un mañana – Jennifer L. Armentrout
Hola Neftis!!
ResponderEliminarHace tiempos que leí este libro, recuerdo que la protagonista no me cayo bien.
Besos💋💋💋
Ooooh, cuánta pasión (típico de Armentrout xD).
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
La verdad que no he leído el libro y dudo que lo haga, con Armentrout tengo sentimientos encontrados.
¡Un saludo!
M encanta ❤️❤️❤️
ResponderEliminarhola
ResponderEliminarme encanta el fragmento, como se nota que lo ha escrito Jennifer ainssssss me encanta
Besotesssssssssssss