—¿En qué estás pensando? —pregunta.
Trago saliva sin dejar de
abrazarlo.
—En cómo sería besarte.
—Joder, Heather.
—Lo siento. No tengo
filtro.
—Es que… lo complicas todo.
—¿Qué complico?
—Me complicas a mí.
Y entonces se gira y me
besa. Sus labios presionan los míos con fuerza, como si se estuviese ahogando y necesitase
mi aliento para respirar. Jadeo. Nunca había sentido nada igual. Es como subir a la cima de una
montaña y
lanzarse al vacío y
caer, caer, caer. La sensación
de vértigo no se desvanece y, en este instante, el mundo, mi mundo, se reduce
tan solo a esta diminuta cabaña. Él. Yo. Nada más.
Entreabro la boca,
aturdida. Las mariposas que llevo echando de menos toda mi vida han dejado de
aletear al morir fulminadas por algo mucho más poderoso e intenso. Nuestras lenguas se encuentran en
el preciso instante en el que empiezo a temblar bajo su cuerpo, abrumada por
él, por esto, por la forma en la que su boca encaja sobre la mía, como si estuviesen hechas para
permanecer unidas, saborearse y descubrirse.
—Nilak…
Su cuerpo se contrae cuando
susurro su nombre. Siento un hormigueo en la piel y me arqueo con suavidad
hasta percibir lo excitado que está. Lo quiero. Lo quiero dentro de mí. Sentirlo. Jamás había deseado a nadie como lo deseo a él. Su mirada me quema
y me deja sin aliento. Hay pánico
en sus ojos, pero también anhelo, y advierto cómo se debate. Es como ver una cuerda tensándose. Una cuerda que está a punto de romperse.
Y se rompe cuando hundo los
dedos en su oscuro cabello y alzo la barbilla y atrapo sus labios en un
mordisco dulce que se transforma en otro beso y otro y otro más. Sus manos se deslizan por mi cuerpo,
llegan a mi cintura y se aferran a la ropa con violencia mientras nuestros
cuerpos se mecen en un vaivén desesperado, brusco. Apenas puedo respirar. Gimo.
Alarga un brazo y me acaricia la mejilla sin dejar de besarme. Tengo calor.
Nunca imaginé que querría
desprenderme de toda la ropa en mitad de una tormenta de nieve. En Alaska. Pero
ahora mismo es la única
idea que cruza por mi mente. Eso, junto a lo mucho que me gustan sus labios:
suaves, exigentes, cálidos.
El día
que dejo de nevar en Alaska – Alice Kellen
Es un beso muy bonito, la verdad es que estoy deseando leer este libro que me encanta la autora.
ResponderEliminarBesos!
hola,
ResponderEliminarohhhhhhhhhhhhhhh que escena mas bonita, que libro mas maravilloso. Lo acabe de leer la semana pasada y sigo en las nubes con el.
Besotes 💕
Hola! Me encantó este libro y es la autora nunca me defrauda. Muy bueno el fragmento :)
ResponderEliminarBesos!
¡Hoooola! Esta es curiosamente mi actual lectura y la verdad es que la estoy disfrutando muchísimo *^* Amé mucho esa escena
ResponderEliminarUn besote, nos leemos
Me encantó esa parte de no tengo filtro. No me extraña, con semejante chico, es que se te olvida que estás hablando en voz alta. Aunque creo que sí tiene, porque anda que no ha habido momentos de suspiros, pensar en lo caliente que es, en lo bueno que está, etcétera, etcétera, etcétera, y no lo ha dicho en voz alta. Y menos mal, porque si llega a decirlo todo yo creo que el chaval no se hubiese enamorado, hubiese pedido una orden de alejamiento.
ResponderEliminarUn besazo
¡Oooh! Quiero leer este libro *.*
ResponderEliminar¡Besos!
¡Hola!
ResponderEliminarTengo ganas de leer algo de la autora y este libro me llama la atención. Después de leer ese beso creo que le daré prioridad en mi lista de lecturas jajaja
Besos
Gracias por compartir semejante momento, no es un libro que me plantee leer ahora mismo pero no pinta nada mal.
ResponderEliminarBesos =)