— Leig dhomh stiùireadh dhut… Deja que yo te guíe… —murmuró, aferrando mi
cintura con un brazo para empezar a girar cada vez a un ritmo más vertiginoso,
más peligroso, al compás de la música de gaitas. En algún momento incliné la
cabeza, pero él
me levantó la barbilla—. ¡Si bajas los ojos te marearás! ¡Mírame a mí! —exclamó,
seguido de un auténtico alarido de júbilo.
Lo hice. Y con ello, acepté el hecho de que aquel podía ser el verdadero
Eirian. El escocés. El highlander lleno de secretos que acababa de dejar su
máscara a un lado para demostrarme que podía sorber la vida entera hasta
dejarla seca como si cada instante fuera el último.
Su entusiasmo era tan contagioso como su deseo escrito en los ojos, o el
desafío implícito en él. Yo también terminé gritando. Chillando de pura
alegría. Disfrutando por primera vez en años. Sin complicaciones, sin
problemas. Sin más horizonte que el ahora.
Fui consciente del cambio que se produjo en mi interior. Uno que conllevaba
un miedo atroz, porque cada vez que lo había sentido, los acontecimientos se
habían precipitado. De crisálida a mariposa con un hombre que completaría
partes de mí que habían permanecido a medias durante demasiado tiempo. Le
deseaba. Me moría por sentirlo sobre mí, a mi alrededor, en mi interior, pero
nada de eso ocurriría si no tomaba la iniciativa.
La Alejandra impulsiva e imprevisible, sepultada bajo capas y capas de responsabilidad
forzada, salió a la superficie sin avisar. Fiona y Mar habían desaparecido en
algún momento, así que contaba con todo a mi favor.
Me detuve de pronto, me solté de sus manos y me puse de puntillas para
alcanzar su boca. Le besé con todo el descaro que pude emplear. Me apreté
contra él hasta que ya no me quedó aire que respirar y acepté el potente sabor
de su lengua, mezclado con el de la mía.
No quería ternura, y no la recibí. Nos devoramos con un ansia feroz
mientras él me sujetaba la cara entre las manos, como si temiera que fuera a
marcharme. Por encima del estruendo de la siguiente canción, una más actual y
mucho más melosa, escuché su respiración acelerada, mi propio gemido y una
protesta que surgió de lo más hondo de mi pecho cuando me separó para mirarme a
los ojos.
—¿Esto ha sido por gratitud? —murmuró desconcertado—. ¿Por las cervezas que
te has bebido? ¿O porque quieres ver lo que llevo debajo de la falda?
El último comentario me hizo reír.
—Esto ha sido lo que he querido hacer desde que te vi —respondí—. Aunque
siempre me he preguntado si los escoceses no teníais frío… ahí.
—¿Contigo y tus besos para calentarme? Nunca.
Llévame a la luna – Elena Garquin
Hola! Muy buen fragmento, me ha gustado mucho y me dan ganas de leer este libro, jejeje.
ResponderEliminarBesos!
Precioso fragmento :D
ResponderEliminar¡Hola! Pues la verdad es que es una escena muy buena. Me llevo apuntada la novela. Besos!
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarLeí este libro y recuerdo la escena.
Un beso!
Hola! si que es directa la muchacha jejeje seguro que el libro está muy bien. Besos!
ResponderEliminar