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viernes, 23 de junio de 2017

Besos de libro #153 Vanderbilt Avenue (III)



—Tú no necesitas que te defienda, Jack. Es solo sexo, ¿recuerdas?
Los ojos negros se oscurecen y con la cortina de terciopelo rojo de fondo adquieren un brillo más peligroso de lo habitual. Parece salido del infierno.
—Tienes razón.
Mueve los brazos tan rápido que no consigo reaccionar hasta que me descubro sentada encima de él. Coloca una mano en la piel desnuda de mi espalda y la otra alrededor de mi cintura. Él lleva una camisa blanca y americana oscura, no va vestido de gala y deduzco que ha entrado en la ópera sin ser visto.
—Suéltame.
Me besa el cuello, sube la lengua despacio hasta la oreja y me muerde el lóbulo.
—No.
Besa la mejilla y la mandíbula mientras dibuja círculos con la mano que tiene en mi espalda. Mueve los dedos como si estuviese tocando el piano y mi piel fuese su partitura preferida.
—Estás preciosa.
Cierro los ojos e intento resistirme. Estoy a punto de conseguirlo, estoy a punto de levantarme y de exigirle que se vaya cuando él me susurra al oído:
—Bésame, Siena, solo una vez más. Te necesito.
Giro el rostro y busco sus labios.
Tendría que haber sabido que no nos bastaría con un beso. Jack me levanta y me cambia de posición, ya no estoy de lado, ahora estoy de horcajadas encima de él.
Tira de mí y vuelve a besarme, flexiona los dedos que tiene en mi espalda como si buscara el modo de contenerse. Le acaricio el rostro, paso las manos por su pelo cuando él me besa con más fuerza y más desesperación que antes. Aparta la mano de mi cintura y la esconde bajo la seda dorada del vestido. Sube por las medias, tiembla al llegar al muslo y dibuja el liguero y segundos después sigue avanzando hasta colocarse encima de mi entrepierna.
—Jack, no podemos...
—Me da igual, te necesito.
Desliza unos dedos bajo la delicada prenda y me estremezco al sentir lo mucho que me afecta.
—¡Dios mío, Jack!
—¿Te gusta?
Me sonrojo y le beso. Vuelve a sucederme lo de esta mañana, el mundo se desvanece, mi cordura se desmorona, solo sé que quiero estar con Jack y que nada de lo que hacemos juntos está mal, ¿cómo puede estarlo?
—Dímelo o dejo de tocarte.
Nunca pensé que pudiera ser así, que existiese un sentimiento tan fuerte y tan puro que pudiese eliminar cualquier inhibición.
—Jack, por favor.
Me besa, su lengua recorre el interior de mi boca. La mía se pierde en la de él y me sujeto al respaldo de la butaca. No quiero tocarle, tengo miedo de lo que haré si lo hago.
—Dímelo.
Mueve la mano muy despacio, es la insinuación de una caricia. Después, empieza a apartarse.
—Me gusta.
Jack sonríe y vuelve a acariciarme.
—Tócame tú a mí.
No lo hago, sigo besándole y diciéndome que aún soy capaz de detenerme.
—Tócame, por favor. Yo no tengo miedo de decírtelo. Tócame.
Jack me muerde el labio y los dedos con los que está acariciándome se vuelven más atrevidos, más sensuales. No puedo evitar gemir ni que se me erice la piel. Me suelta el labio y me mira.
—Estoy aquí. He venido. Odio necesitar esto.
—Yo también.
Sonríe con cierta tristeza y me besa despacio.
—Tócame.
Aparto las manos de la silla y las bajo por la camisa de Jack. Le desabrocho el cinturón y le acaricio la erección. Él cierra los ojos y lo siento excitarse aún más. Supongo que es lo único que estamos dispuestos a reconocer. Empieza a oírse ruido en el pasillo y me asusto. Si Valenti nos encuentra así, lo matará.
—Jack, tenemos que...
—Tenemos tiempo. No dejaré que te pase nada. ¿Confías en mí?
Es la peor pregunta que podría haberme hecho.
—No —le contesto.
Él se detiene y me mira.
—No dejaré que nadie nos vea así, Siena. Sé que te he dicho que no soy un buen hombre y que te haré daño y, créeme, no te he mentido.
—Entonces, ¿cómo puedes preguntarme si confío en ti? No debería, tú mismo me has advertido que no lo haga.
¿Qué estoy haciendo? Tengo que levantarme y salir corriendo de aquí.
—Voy a volverme loco, Siena. —Aparta la mano que tiene en mi espalda y me acaricia la mejilla —. Sé que es injusto, sé que no me lo merezco, y sé que debería soltarte. Pero te prometo que nunca permitiré que nadie te vea así conmigo. En este sentido, cuidaré de ti.
—Te refieres al sexo, ¿no?
—Sí.
Le acaricio, el aprieta los dientes y la cabeza le cae hacia atrás. No puede controlarlo, esto también es superior a sus fuerzas.
—Dime que me necesitas —le pido enfadada con lo que me hace sentir.
—Te necesito.
Nunca he hecho nada similar a esto, pero este hombre me convierte en una desconocida que es capaz de todo para intentar descifrar qué es esto que estamos sintiendo y que nos consume nada más vernos.
—Dime que me necesitas a mí. Solo a mí.
Jack no dice nada, me incorporo tanto como me permiten las piernas, que no dejan de temblarme, y guio su sexo hacia mi interior. Él abre los ojos y me mira.
—Joder, Siena. —Me sujeta por la cintura y me besa desesperado—. ¿Cómo puedes pensar que necesito a alguien más?
Es una frase preciosa, de esas que me destrozan el corazón y que sé que me torturarán durante años, pero no es lo que quiero que me diga.
—No. —Empiezo a moverme muy despacio—. Dime que me necesitas a mí. Solo a mí.
—¡Maldita sea, Siena! Te necesito a ti. Solo a ti.
Nos besamos furiosos, otras partes de nuestros cuerpos se niegan a separarse. No estoy acostumbrada a sentirle dentro de mí y esta vez es incluso más intensa que esta mañana. Ahora soy yo la que necesita recordar, grabarse en la cabeza, que es solo sexo.
Jack me sujeta por la cintura para que no me mueva y levanta las caderas con fuerza de la silla. Estoy a punto de gritar, los dos estamos vestidos y tenemos que estar en silencio si no queremos aparecer mañana en la portada de todos los periódicos.
—No grites. Bésame —susurra pegado a mis labios.
—Bésame tú.
Sonríe y me besa, me besa, me besa, me besa... Nuestros orgasmos quedan ocultos en esos besos.
Estoy entre sus brazos. Él ha dicho antes que odia necesitar esto. Yo odio sentir que en sus brazos es donde debo estar. Me obligo a apartarme y a levantarme. Me aliso el vestido y vuelvo a sentarme en mi butaca, con manos temblorosas abro el bolso y busco la polvera para retocarme el maquillaje. La mujer que me devuelve la mirada en la polvera no soy yo, no puedo serlo.
¿En qué me está convirtiendo este hombre?

Vanderbilt AvenueAnna Casanovas 

5 comentarios:

  1. Hola! Hubieron ciertas cosas de este libro que no llegaron a gustarme demasiado pero Anna Casanovas es una apuesta segura para mi, con lo que terminé bastante contenta con este libro. Genial este besos de libro.
    Besos!

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  2. Wow! Que escena~
    jaja definitivamente lo anotare a mis futuras lecturas!
    Saluditos!
    Mi love shojo

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  3. Hola! Nunca leí el libro pero mientras leía la escena tuve un déjà vu, estoy segura que ya lo vi en algún lado jaja
    Muchas gracias por compartirlo!
    Besitos ^^

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  4. Holaaa, vaya, qué escenita la que has colocado aquí ja, ja, ahora tengo muchísima curiosidad sobre el libro y cómo ha quedado la cosa entre ellos, es que uf, ese encuentro fortuito está muy bien hecho.
    ¡Beesos!:3

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  5. ¡Hola!
    Vaya...no solo un beso en esta ocasión! jajaja. Y me has dejado con mucha curiosidad por el libro, así que lo llevo anotado! jajaja.

    Un saludo y ¡nos leemos!

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