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viernes, 19 de octubre de 2018

Besos de libro #214 El corazón de la banshee (I)



—Déjese llevar, querida —le dijo de nuevo al oído, haciéndole entender que necesitaba ocultar sus palabras a los contrabandistas—. Si en algo valora su vida, no me contraríe, por favor.
Erin lo miró a los ojos, buscando cobijo en ellos. Y antes de que pudiera hacer nada por impedirlo, el escocés pasó una mano por el ala de su pamela para hacerla caer al suelo, acunó sus mejillas con delicadeza y, tras pensarlo menos de lo necesario, tomó suavemente sus labios en un beso que provocó que a ella volvieran a doblársele las rodillas. El highlander se preparó para el rechazo, pero enardecido por la inocente entrega que percibió en ella —de hecho, Erin, aunque tímidamente, le estaba devolviendo el beso, olvidando incluso la incomodidad de contar con espectadores—, el roce suave se volvió más intenso.
«¡¿Pero qué estoy haciendo?!», se preguntó ella transcurrido un tiempo que bien podría haber sido de unos pocos segundos o de muchos. Y en cuanto Declan escuchó el gruñido reticente que surgió de la garganta de la dama, entendió que no le quedaba otra que acceder a sus deseos, por muy dispares que fueran de los suyos. Le liberó el rostro y Erin se apartó discretamente, con la obvia intención de no llamar en exceso la atención de los contrabandistas. En vano, porque hacía rato que habían enmudecido ante el espectáculo.
«¡Demonio de mujer!», se dijo O’Connor, que compartía con ella la respiración entrecortada. Consternado, se fijó una vez más en los labios de la irlandesa, a los que ya echaba de menos, así que no le importó jugar sucio para obtener lo que tanto ansiaba.
—No se detenga ahora —le rogó en un murmullo—. Estos hombres son muy peligrosos. —La joven volvió a observar a los contrabandistas por encima de su propio hombro—. Lo único que la separa de ellos es que me respetan, y si piensan que es importante para mí, apuesto a que la dejarán en paz ahora y en un futuro. En caso contrario, a saber lo que podrían hacer con usted si vuelven a encontrársela a solas. ¿Acaso no ve sus pistolas?
Erin localizó las armas de fuego entre los ropajes de aquellos malhechores, pero no estaba dispuesta a sucumbir de nuevo a los deseos de Declan. A decir verdad, sentía tal alboroto en su corazón, que no hubiera sabido precisar cuál de aquellos cuatro hombres suponía una mayor amenaza para su integridad: si los primeros, con sus pistolas, o el propio O’Connor, armado con algo tan aparentemente inocuo como unos labios.
—La próxima vez que se me ocurra salir a pasear sola, le garantizo que llevaré conmigo algo mucho más letal que un viejo libro —le susurró, y sonó a promesa.
Declan sonrió ante la determinación que mostraba la joven.
—De acuerdo, pues. Habré de conformarme con el empleo de simples palabras para hacerles entender que usted es intocable —claudicó Declan antes de exclamar en voz alta—: ¡Qué tímida te muestras en público, querida! —la reprendió con sorna antes de dirigirse a los tres desconocidos—. ¿Pero dónde están mis modales? Señores, les presento a mi mujer, la señorita Erin —explicó en tono desenfadado como si se encontrara departiendo con delincuentes en una taberna de medio pelo.
A uno de ellos, el de la cabeza rapada, le tembló la mandíbula: se resistía a reír, pero su intento fue vano, y también el comentario mordaz que le picaba la lengua desde hacía un buen rato.
—Querrá decir su «nueva» mujer, capitán.


El corazón de la bansheeRaquel de la Morena

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5 comentarios:

  1. hola,
    pues no he leido este libro pero le tengo muchas ganas y el fragmento que has puesto me deja los dientes largos largos
    Besotesssssssss

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  2. La novela sé cual es y oye el fragmento no está mal pero la novela en sí es que no me atrae del todo
    Un beso!

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  3. Hola. El libro no lo he leído pero lo tengo pendiente, y esta escena me ha gustado mucho!!

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  4. Ay, qué bonito, creo que quiero el libro si mantiene ese tono
    Besos

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  5. Yo tampoco he leído la obra pero me gustan mucho este tipo de entradas :D
    Un saludo

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