-Así pues, ¿cuál es el
final de la historia? -pregunté con una alegría en la voz que hasta a mí me
sonó falsa-. ¿Cómo terminaron los dos amigos?
-Hicieron el amor, robaron
un banco y vivieron felices y comieron perdices -contestó con una sonrisa.
-No es así como terminaría
mi cuento -dije.
Pero él me miraba como si
mi tiempo se hubiera acabado. Me quitó la taza a la que aún me aferraba y la
dejó a un lado. Luego se inclinó hacia mí con los ojos lanzando fuego y los
labios apenas a unos centímetros de los míos.
-Te deseo -me dijo
tranquilamente.
-Yo habría querido un
cuento con menos sexo y más acción -repliqué yo en voz baja.
-Te deseo -repitió.
Me hizo volver la cara
hacia la suya con las manos hundidas en mi pelo. Su cálido aliento, que olía a
leche y coñac, se mezcló con el mío. Dejó que mis cabellos se deslizaran entre
sus dedos, acariciándolos como si fueran seda tornasolada.
-Te deseo - susurró una vez
más.
Apartando una mano de mi
pelo, soltó la cinta del cuello de mi camisón.
-¿Que estás haciendo? -le
pregunté, con voz apenas audible.
-Lo que te he asegurado que
podrías confiar que nunca haría -replicó con una sonrisa irónica-. Seducirte.
-Dios mío -musité.
-Demasiado tarde para la fe
-dijo Tor.
Apartó los cabellos de mi
cuello y enterró la cara en él. Sentí que la conmoción me recorría los nervios
como pinchazos fríos. Él me mordió y me chupó, y los pinchazos se volvieron
ardientes. Cuando se echó hacia atrás para desatar otra cinta, deslizó la palma
de la mano por mi cuello y mis hombros, allí donde el camisón se había abierto.
Me estremecí el verle sobre mí, con su piel de bronce a la luz de la vela y sus
cabellos relucientes como oro antiguo. Era tan hermoso que no pude soportarlo.
Toda mi resolución se derritió como hielo bajo el sol.
Levanté una mano para
apartar la suya y le desabroché el botón superior del pijama, y luego, uno a
uno, todos los demás. Él me miró conteniendo el aliento, sumido en una especie
de trance, apoyado en un codo por encima de mí. Me contempló en silencio, con
los labios entreabiertos, mientras yo acariciaba los duros músculos cincelados
de su torso que la abierta chaqueta del pijama había dejado al descubierto. De
repente extendió su mano, me cogió los dedos y los apretó contra sus labios.
-Mentirosa -susurró-. Tú querías
esto tanto como yo, ¿no es cierto?, desde aquella noche de nuestro primer
encuentro.
-Es prerrogativa de la
mujer ocultar sus deseos tras un velo de misterio -dije, sonriendo levemente
ante mi intento bravucón.
Se quedó mirándome, atónito;
luego sus ojos se entrecerraron en un parpadeo.
-Y es prerrogativa del
hombre -repuso, incorporándose del todo- desgarrar el velo.
Entonces agarró el cuello
de mi camisón de franela, y dando un fuerte tirón, lo desgarró hasta la
cintura. Se inclinó sobre mí, posó sus labios en los míos y me los mordió, inundándome
la boca con la humedad de la humedad de la suya. Pasó los dedos por mis
cabellos y recorrió mi piel con las palmas de las manos hasta hacerme temblar. Luego,
apartando la ropa de la cama, se echó sobre mí. Sentí el impacto de su cuerpo y
el calor de sus muslos cuando se apretó contra mí.
Yo estaba rígida y me estremecía
como una cuerda a punto de romperse, Tor me acariciaba de un modo que provocaba
dolor en mi interior, en profundidades que no sabía que existiesen. Sentí que perdía
al control y luché contra la fuerza que me absorbía. Todo estaba ocurriendo muy
deprisa, no podía aguantar más...
El pareció darse cuenta y
se apartó para mirarme. Tenía los cabellos revueltos y la luz de la vela
inundaba su cuerpo. De sus ojos se desprendía un brillo oscuro. El calor de su pasión
me llenó de un deseo dolorosamente insoportable. Quería hundirme en él, pero,
aun así, no podía dejarme llevar.
Suavemente, Tor me abrió
los puños, que yo mantenía apretados sin ser consciente de ello, y me besó las
palmas de las manos con infinita ternura.
-Libérate, déjate llevar;
debes hacerlo, mi amor -me susurró al oído. Luego se apartó de nuevo para
mirarme y murmuró-. Ven a mí.
-Tengo miedo -contesté, con
un hilo de voz ahogada.
Él asintió y sonrió. Me
rodeó con sus brazos y me apretó contra sí. Sentí que la oscuridad me engullía.
Sentí la sangre oscura latiendo en mis venas.
¡Hola! no he leído este libro pero esta parte me ha encantado *-*
ResponderEliminarUn beso.
¡Holaaa! Vaya escena que has puesto, bastante intensa y ufff, es que, me ha encantado, jaja, sin dudas que iré a ver qué tal el librito ;)
ResponderEliminar¡Besoooos! :3
Hola! Este libro no lo conozco pero me gusta el fragmento que has compartido, así que lo buscaré a ver que tal.
ResponderEliminarBesos!
Hola!!
ResponderEliminarMe ha gustado el fragmente, me lo apunto :)
Besos
¡Hola! No he tenido la oportunidad de leer el libro pero este fragmento me gustó. Saludos :*
ResponderEliminar-Kelly López
Wow, menudo momento! Gracias por compartirlo.
ResponderEliminar¡Un besote!
Hola guapa!
ResponderEliminarGenial fragmento, se ve que el libro tiene que esta Bien. Besotes
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el fragmento
Gracias por compartirlo
¡Un beso!
Me ha encantado. Echaba de menos estos relatos así que ahora que ya estoy por aquí un poco más a menudo a ver si puedo seguir disfrutándolos.
ResponderEliminarGenial sección, como siempre :3
Oye pues el fragmento está bien!!
ResponderEliminarUn beso!
No lo he leído y esa parte me ha gustado.
ResponderEliminarUn beso
Hola Neftis pues sí que tiene poder de convicción este chico, yo creo que también disfrutaría con el beso ja ja y eso que no lo conozco de nada. ¿Es simpático en el libro? o ¿es un engreído? Gracias por compartir.
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