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viernes, 7 de febrero de 2014

Beso de libro #4 Zafiro (I)



-¿Quieres decir que no me dejarás que te bese otra vez?
-Exacto –susurré, incapaz de moverme.
-Lástima –dijo Gideon, y su boca se acercó tanto a la mía que sentí su respiración en mis labios.
Era consciente de que no me estaba comportando precisamente como si me tomara mis palabras en serio. Y, de hecho, no lo hacía. En realidad ya era mucho que no le echara los brazos al cuello. En cualquier caso, hacía tiempo que había pasado el momento de dar media vuelta o apartarle de un empujón.
Por lo visto, Gideon lo veía del mismo modo. Su mano empezó a acariciarme los cabellos, y entonces sentí por fin el suave roce de sus labios.
<And every breath we took was hallelujah>, canto Bon Jovi en mis oídos. Siempre me había encantado esa condenada canción, era una de esas que podía oír quince veces seguidas sin cansarme, pero ahora además probablemente quedaría ligada para siempre al recuerdo de Gideon.
Aleluya.
Esta vez nada nos molestó, no hubo saltos en el tiempo ni daimones gárgolas descarados. Mientras sonó <Hallelujah>, el beso siguió siendo muy dulce y delicado, pero después Gideon hundió las manos en mis cabellos y me atrajo hacia sí. Aquello ya no era un beso suave, y la reacción que me provoco me sorprendió a mí misma. De repente, mi cuerpo se volvió blando y ligero y mis brazos se colgaron con autonomía del cuello de Gideon. No tengo ni idea de cómo ocurrió, pero en algún momento de los siguientes minutos y sin dejar de besarnos aterrizamos en el sofá verde, y allí seguimos besándonos hasta que Gideon se sentó súbitamente y miro su reloj.

ZafiroKerstin Gier


2 comentarios:

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