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viernes, 20 de enero de 2017

Besos de libro #132 Diez lecciones para dar caza a un lord y que te adore



- Parece que… me siento atraída por usted.
Otro paso.
- ¿Se siente atraída por mí?
Nick nunca había conocido a una dama que admitiera tal cosa. Había algo abrumador en la honradez de la confesión.
Ella retrocedió y él observó que la vergüenza hacía que se le ruborizaran furiosamente las mejillas.
- Estoy segura de que se trata de una fase pasajera -dijo a la carrera-. Creo que será mejor que se vaya. Encontraré otra manera de vender la colección…
Su nerviosismo resultaba embriagador.
Él estiró la mano para rozarle con la punta de los dedos la suave piel de la sien, mientras contenía el flujo de palabras. Le colocó un largo y mojado mechón detrás de la oreja antes de pasarle el dorso de los dedos por la mejilla, apaciguando la cálida piel con el pulgar.
Ella agrandó los ojos ante aquella caricia y él sonrió al notar su sorpresa. Alzó también el otro brazo y le encerró la cara entre las manos, obligándola a levantarla para poder ver mejor su expresión en aquel espacio tranquilo y débilmente iluminado.
No debería besarla. Lo sabía.
Pero era distinta a todas las mujeres que había conocido en su vida y quería conocer sus secretos. Más aún, la deseaba.
Le cubrió los labios con su boca, y fue suya.
Al igual que en el resto de su persona, no había nada vacilante en los besos de Nicholas St. John. En un momento, Isabel estaba luchando contra las extrañas e inquietantes emociones que le provocaba aquel arrogante hombre y, al siguiente, él reclamaba su boca con un beso abrasador, despojándola del aliento, los pensamientos y la cordura.
Ella se quedó paralizada al instante, saboreando la sensación de sus labios, de sus manos acunándole la cara, de sus dedos estirándose hasta el cuello mientras le acariciaba las mejillas con los pulgares, consiguiendo que ardiera sin control. Él la sostuvo firmemente contra su cuerpo, devorándole la boca y haciéndole sentir oleadas de emociones que la recorrían de pies a cabeza. La caricia continuó lentamente. Lord Nicholas alzó la boca hasta que apenas rozó la de ella y comenzó a chuparle el labio inferior, frotando su lengua, cálida y áspera, contra la tierna piel. Isabel se quedó sin aliento ante la extraña y lujuriosa sensación.
Era espléndida.
Él volvió a apresarle la boca, que acarició hasta que ella separó los labios con incertidumbre. No estaba segura de qué debía hacer; le daba miedo tocarle, moverse, hacer cualquier cosa que pudiera poner fin a la caricia y al placer que le proporcionaba.
Él pareció leerle el pensamiento y, con un suave movimiento, deslizó los labios por la mejilla hacia la oreja, donde atrapó el lóbulo entre los dientes, haciéndola temblar de placer.
- Tóqueme, Isabel.
Eso era lo que hacía que las mujeres se volvieran locas por los hombres. Esa intoxicante mezcla de poder e impotencia.
Isabel sabía que no debería tocarle. Pero la urgencia de las palabras, combinada con el sensual roce de sus dientes en la oreja, hizo que olvidara cualquier contención. Le puso las manos en el pecho y las deslizó hacia los hombros. El movimiento hizo que él la rodeara con sus brazos para apretarla contra su firme y cálido cuerpo. Lord Nicholas echó la cabeza hacia atrás y la miró a los ojos, como si quisiera confirmar que ella quería aquello tanto como él, luego reclamó de nuevo su boca.
Isabel se vio inundada por las sensaciones, por el ataque de su lengua, la presión de su cuerpo, su olor. Se abandonó a las caricias, correspondiendo a su beso con aquella inocente pasión que él le provocaba. Ella le enredó los dedos en el pelo húmedo de la nuca y se puso de puntillas para llegar mejor a su boca. Él la dejó explorar, luego incrementó la intensidad del beso antes de dejarle tomar la iniciativa. Isabel le pasó tímidamente la punta de la lengua por el labio inferior y, cuando le escuchó gemir, sintió una aguda satisfacción, distinta a cualquier otra cosa que hubiera experimentado antes.
De pronto, él la interrumpió y retomó el control para deslizarle los labios por el cuello y respirar hondo en el lugar donde se une con el hombro antes de lamerle la piel, enviando otra oleada de placer a todo su cuerpo. Ella jadeó ante la sensación y notó que él curvaba los labios en una sonrisa, que supo, sin verla, que estaba llena de lujuriosas promesas.
Él alzó la cabeza; sus ojos azules estaban casi negros por el ardor de la pasión. Entreabrió los labios levemente y ella contuvo el aliento, esperando el siguiente movimiento.


Diez lecciones para dar caza a un lord y que te adoreSarah MacLean


6 comentarios:

  1. Hola! Otro libro que quiero leer y aun no ha podido ser, jejeje. El fragmento me ha gustado mucho, gracias por compartirlo!!
    Besos!

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  2. Hola Neftis con esta ola de frío nada mejor que unos cuantos besos de libro para subir las temperaturas ja ja ja, gracias por compartir, ya sabes que me encanta esta sección :)

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  3. Con ese beso me han entrado ganas de releer no solo ese libro, sino toda la saga entera. La verdad es que es genial, me encantó y merece mucho la pena leerlos.
    Un beso!

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  4. No lo he leído pero has escogido una parte muy bonita

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