- Parece que… me siento
atraída por usted.
Otro paso.
- ¿Se siente atraída por
mí?
Nick nunca había conocido a
una dama que admitiera tal cosa. Había algo abrumador en la honradez de la
confesión.
Ella retrocedió y él
observó que la vergüenza hacía que se le ruborizaran furiosamente las mejillas.
- Estoy segura de que se
trata de una fase pasajera -dijo a la carrera-. Creo que será mejor que se
vaya. Encontraré otra manera de vender la colección…
Su nerviosismo resultaba
embriagador.
Él estiró la mano para rozarle
con la punta de los dedos la suave piel de la sien, mientras contenía el flujo
de palabras. Le colocó un largo y mojado mechón detrás de la oreja antes de
pasarle el dorso de los dedos por la mejilla, apaciguando la cálida piel con el
pulgar.
Ella agrandó los ojos ante
aquella caricia y él sonrió al notar su sorpresa. Alzó también el otro brazo y
le encerró la cara entre las manos, obligándola a levantarla para poder ver
mejor su expresión en aquel espacio tranquilo y débilmente iluminado.
No debería besarla. Lo
sabía.
Pero era distinta a todas
las mujeres que había conocido en su vida y quería conocer sus secretos. Más
aún, la deseaba.
Le cubrió los labios con su
boca, y fue suya.
Al igual que en el resto de
su persona, no había nada vacilante en los besos de Nicholas St. John. En un
momento, Isabel estaba luchando contra las extrañas e inquietantes emociones
que le provocaba aquel arrogante hombre y, al siguiente, él reclamaba su boca
con un beso abrasador, despojándola del aliento, los pensamientos y la cordura.
Ella se quedó paralizada al
instante, saboreando la sensación de sus labios, de sus manos acunándole la
cara, de sus dedos estirándose hasta el cuello mientras le acariciaba las
mejillas con los pulgares, consiguiendo que ardiera sin control. Él la sostuvo
firmemente contra su cuerpo, devorándole la boca y haciéndole sentir oleadas de
emociones que la recorrían de pies a cabeza. La caricia continuó lentamente.
Lord Nicholas alzó la boca hasta que apenas rozó la de ella y comenzó a
chuparle el labio inferior, frotando su lengua, cálida y áspera, contra la
tierna piel. Isabel se quedó sin aliento ante la extraña y lujuriosa sensación.
Era espléndida.
Él volvió a apresarle la
boca, que acarició hasta que ella separó los labios con incertidumbre. No
estaba segura de qué debía hacer; le daba miedo tocarle, moverse, hacer
cualquier cosa que pudiera poner fin a la caricia y al placer que le
proporcionaba.
Él pareció leerle el
pensamiento y, con un suave movimiento, deslizó los labios por la mejilla hacia
la oreja, donde atrapó el lóbulo entre los dientes, haciéndola temblar de
placer.
- Tóqueme, Isabel.
Eso era lo que hacía que
las mujeres se volvieran locas por los hombres. Esa intoxicante mezcla de poder
e impotencia.
Isabel sabía que no debería
tocarle. Pero la urgencia de las palabras, combinada con el sensual roce de sus
dientes en la oreja, hizo que olvidara cualquier contención. Le puso las manos
en el pecho y las deslizó hacia los hombros. El movimiento hizo que él la
rodeara con sus brazos para apretarla contra su firme y cálido cuerpo. Lord
Nicholas echó la cabeza hacia atrás y la miró a los ojos, como si quisiera
confirmar que ella quería aquello tanto como él, luego reclamó de nuevo su
boca.
Isabel se vio inundada por
las sensaciones, por el ataque de su lengua, la presión de su cuerpo, su olor.
Se abandonó a las caricias, correspondiendo a su beso con aquella inocente
pasión que él le provocaba. Ella le enredó los dedos en el pelo húmedo de la
nuca y se puso de puntillas para llegar mejor a su boca. Él la dejó explorar,
luego incrementó la intensidad del beso antes de dejarle tomar la iniciativa.
Isabel le pasó tímidamente la punta de la lengua por el labio inferior y,
cuando le escuchó gemir, sintió una aguda satisfacción, distinta a cualquier otra
cosa que hubiera experimentado antes.
De pronto, él la
interrumpió y retomó el control para deslizarle los labios por el cuello y
respirar hondo en el lugar donde se une con el hombro antes de lamerle la piel,
enviando otra oleada de placer a todo su cuerpo. Ella jadeó ante la sensación y
notó que él curvaba los labios en una sonrisa, que supo, sin verla, que estaba
llena de lujuriosas promesas.
Él alzó la cabeza; sus ojos
azules estaban casi negros por el ardor de la pasión. Entreabrió los labios
levemente y ella contuvo el aliento, esperando el siguiente movimiento.
Diez lecciones para dar caza a un lord y que te adore – Sarah MacLean
Hola! Otro libro que quiero leer y aun no ha podido ser, jejeje. El fragmento me ha gustado mucho, gracias por compartirlo!!
ResponderEliminarBesos!
Tengo que leer esta saga *-*
ResponderEliminarHola Neftis con esta ola de frío nada mejor que unos cuantos besos de libro para subir las temperaturas ja ja ja, gracias por compartir, ya sabes que me encanta esta sección :)
ResponderEliminarCon ese beso me han entrado ganas de releer no solo ese libro, sino toda la saga entera. La verdad es que es genial, me encantó y merece mucho la pena leerlos.
ResponderEliminarUn beso!
No lo he leído pero has escogido una parte muy bonita
ResponderEliminarawwwwww Esa escena de Nick *-*
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