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jueves, 15 de abril de 2021

Besos de libro #302 Un prentendiente para la señorita Bowler (III)



Sin más aviso que aquella escueta y abrupta aceptación, el condestable la había agarrado, inclinado la cabeza sobre ella y tomado posesión de sus labios con fiereza. Lori quiso resistirse. ¡Debía hacerlo! Convencida de ello, posó las manos contra el robusto pecho del hombre y lo empujó —le pareció— con decisión. No debía permitirlo. Él no merecía que se rindiese, pero el sabor de aquella boca era tan embriagador y la vehemencia con que la poseía tan excitante que, a los pocos segundos, con las piernas temblorosas y un buen barullo en las entrañas, estaba respondiendo a ese rudo contacto.
Olvidó, entonces, el miedo que había sentido aquella noche, el enojo por los reproches de él y hasta el lugar en el que se encontraban. Imposible no hacerlo cuando aquel arrollador beso era incluso mejor que el primero que habían compartido. Lo sabía porque decenas de veces lo había recreado en su mente, cuando hubiera querido silenciar su recuerdo.
Nerian, que hacía rato que había dejado de notar el dolor del hombro y echado a un lado sus modales y la prudencia, gruñó excitado al intuir la vacilante respuesta de Lorianne. Animado por esta, la rodeó con sus brazos y, apretándola contra su cuerpo, dejó salir todo el deseo que por ella había acumulado a lo largo de aquellos meses y que en ese instante amenazaba con hacerle perder el control.
Codicioso, asedió sus labios con urgencia, casi con desesperación. Sosteniéndola con firmeza, la hizo retroceder hasta que su espalda topó con el blanquecino tronco de un abedul.
Ella no protestó. Se sentía muy atrevida por estar compartiendo un beso tan fogoso, aunque no pudo más que sorprenderse cuando Worth comenzó a mordisquear su boca y dejó sentir sobre ella el tacto de su lengua. Lorianne no sabía exactamente cómo responder a algo tan osado… «Y agradable», pensó separándose y jadear. Él aprovechó el momento y, conteniéndose a duras penas para no asaltar el interior de su boca, profundizó el beso.
La invasiva caricia conmocionó a Lori durante un breve instante, hasta comprobar lo apasionado e íntimo que era aquel nuevo contacto y lo sensual que le resultaba. Embriagada por la sensación que la recorría de arriba abajo, elevó las manos —frías como un carámbano— hasta tocar la ardiente piel de su cuello, y después enredó los dedos en el grueso y ensortijado cabello del condestable, permitiendo a su cuerpo amoldarse a la fuerte musculatura masculina.
El frío de aquellos dedos sobre su nuca, y deslizándose por entre su pelo después, lo hizo estremecer hasta lo más profundo, pero el juego de temperaturas, la suavidad de sus formas ajustándose a la perfección a su cuerpo, aquel aroma suyo que podría reconocer en cualquier lugar y lo delirante de saberse, en parte, dentro de ella, logró excitarlo aún más. Quiso provocarle los mismos temblores que asolaban su cuerpo, el mismo ardor que inflamaba su sangre, el mismo anhelo que albergaba su corazón. Incapaz de apartarse de ella, subyugado como estaba por las inexpertas caricias de su lengua, Nerian deslizó las manos bajo la capa de Lorianne y, ávido, recorrió sus caderas y la grácil cintura. Jadeó agonizante ante la redondez de sus nalgas y la apretó aún más contra su pelvis. El gemido femenino que vibró en su boca se extendió por su pecho, amenazando con hacerlo estallar.
Lori, sumida en una delirante espiral de sensaciones, anhelos y emociones, palpitando toda ella de deseo al sentir la presión de las palmas extendidas sobre su trasero y la dureza que empujaba contra su vientre, imitaba audaz los movimientos de aquella lengua que, con descaro, buscaba la suya y la incitaba a continuar. Sollozó cuando una de las manos de Worth ascendió por su espalda y rodeó su talle para situarse al abrigo de su pecho. La caricia fue tan ardiente como la mirada que él le dedicó al interrumpir el beso para observarla. Lori creyó que se derretía ante esos ojos verdes en los que, más que ternura, encontró crudo deseo.
Nerian la contempló fascinado. Se veía tan voluptuosa con la mirada iluminada, la respiración desacompasada y los labios hinchados por el desenfrenado beso, que se le antojó la criatura más perfecta y deseable que jamás hubiera visto.
Lori jadeó con fuerza cuando las dilatadas pupilas de Nerian buscaron el límite de su escote, y su mano, atrevida, las acompañó. La yema del pulgar se paseó por el borde del vestido antes de colarse bajo la tela y rozar un lugar que hizo que todo su cuerpo se pusiera en alerta.
—¡Oh, Dios! —musitó Lorianne, cerrando los ojos. Le ardía la piel allí donde él la tocaba.


Un pretendiente para la señorita BowlerAna F. Malory

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5 comentarios:

  1. hola
    ains, que ganas de leer este libro porque el condestable es un personaje de Minstrel Valley del que tengo mucha curiosidad. No estoy segura cuando me tocará, el proximo que empezare es el sexto
    Gracias por la reseña
    Besotessssssssssss

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  2. Me encanta leer estas escenas parece una lectura que disfrutaría así que al leer un poquito sobre el me hace ansiar leer todo el libro

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  3. Hola.
    Me ha gustado la escena y el libro no lo he leído.
    Nos leemos.

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  4. Hola Neftis!!
    Se lee interesante muy interesante.
    Besos💋💋💋

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