—No quiero café —susurró,
rozando sus labios con la boca.
Ella tragó saliva.
—¿No?
—No.
Inspiró hondo y oprimió su
cuerpo contra cada centímetro del suyo. Se pasó la lengua por los labios y
después lamió los suyos con un gesto cargado de erotismo. Bajó por su garganta
y paseó la punta de la lengua por todas las zonas sensibles que encontró a su
paso hasta encontrar el lóbulo de su oreja.
—Me apetece otra cosa
—susurró con voz ronca.
A Sara se le doblaron las
rodillas, y se habría desplomado si el cuerpo de él no lo hubiera impedido. La
apretaba con tal firmeza que podía sentir su pecho, su abdomen esculpido y la
forma de sus sensuales caderas moviéndose contra ella. Todas las zonas en las
que sus cuerpos se tocaban ardían y se estremecían. El calor que sentía por
todas partes se hizo más intenso y se atrevió a tocarlo. Alzó las manos y las
pasó por su pecho hasta alcanzar el cuello. A continuación las enredó en su
pelo. Quería perder el control que tanto había intentado mantener.
Palabras que nunca te dije – María Martínez
Hola! Pasado un tiempo tengo que releer este libro, me encantó, jejeje. Muy bueno el fragmento de hoy!!
ResponderEliminarBesos!
Con tus besos de libros siempre me dan ganas de leer el libro del que pones la frase, me picas jeje
ResponderEliminarBesos =)