—Mentirosa —le dijo ya muy cerca de ella, con voz muy baja.
Valery se pegó a la mesa y sintió que le daba un vuelco el estómago. No le
había molestado el insulto, porque no podía pensar en otra cosa que en el hecho
de que no dejaba de acercarse a ella. ¿Qué pretendía?
—Señor Bissop…
—Entonces, he pensado que quizá soy un chivo expiatorio —«¿Un qué? ¿De qué
está hablando este hombre? Por favor, que no se acerque más»—. Alguien le hizo
perder su fe, señorita Sherman, y yo represento de algún modo todo eso que le
hizo envolverse en un duro cascarón y apretarse tanto el moño. En cuanto me vio
lo supo, y por eso no me ha dado la más mínima oportunidad. Lo único con lo que
no ha contado es con que, además de todos los epítetos que haya inventado para
mí, soy un hombre tozudo que lucha por las cosas que quiere.
Ella tomó una respiración larga y profunda para protestar y gritarle que se
alejara de inmediato, pero el aire no llegó hasta sus pulmones porque, antes de
que pudiese evitarlo, los labios de él estaban sobre los suyos.
Primero fue el más leve de los toques, la más suave de las caricias, un
beso tan ligero que no se planteó rechazarlo ni asustarse, porque la dejó
paralizada. Después, aquella boca cálida y suave se arrastró sobre la suya con
una dulzura inusitada y la exploró sin ninguna exigencia ni prisa. Una mano
envolvió su rostro y notó cómo el pulgar le acariciaba la mejilla al tiempo que
sus dientes y su lengua tomaban parte en la seducción. Valery tembló por
dentro, a un nivel que le afectaba el equilibrio y la claridad mental. Soltó
todo el aire y dejó que ocurriera. ¡Por Dios, ni siquiera se le pasó por la
cabeza quejarse!
Cualquier posible resquicio de la conversación anterior se disolvió por
completo. Todos los argumentos para rechazarlo y mantenerse alejada se
desvanecieron como vapor de lluvia, junto con su animadversión y su cautela.
Dejó de ver todo lo malo en él y solo pudo pensar en el hombre risueño y
atractivo que tanto se esforzaba por ser amable con ella, y que en ese momento
la besaba con una ternura que le hacía doler el pecho.
Se entregó a la dulce paz que la invadía y se sintió reconfortada cuando
los brazos del señor Bissop la envolvieron y la acercaron a su cuerpo. Valery
se apoyó en él y alzó las manos hasta tocar sus hombros, mientras aprendía a
responder a las sensuales caricias de esa boca que no exigía, sino que
persuadía. Sus dedos subieron y se enredaron entre las guedejas gruesas de
cabello, lo que pareció inflamar el deseo masculino, pues la presión sobre su
cintura creció y la lengua que la exploraba ganó atrevimiento. Una fuerte
sensación de poder y hambre se apoderó de ella y se permitió explorarla a su
vez. Jamás se había sentido así. Ella no había creído posible un beso como ese.
Llevaban minutos, u horas, envueltos en aquel abrazo cuando él se alejó con
los ojos encendidos y llenos de promesas.
—Es usted una mujer muy dulce, Valery. No lo olvidaré.
Con el corazón latiendo de forma desaforada, Valery observó, perpleja, cómo
el señor Bissop salía del comedor con sus andares tan masculinos, a camino
entre lo rural y lo elegante.
Aquella dualidad era uno de los motivos por los que pensaba en él tantas y
tantas veces. Con la ropa adecuada podría parecer un dandi de la gran ciudad,
pero le faltaba artificio alguno. En él, la apostura era algo natural y
sencillo.
Cautivador.
Una impostora en Minstrel Valley – Mariam Orazal
Tengo que seguir con esta saga. De momenot solo leí el primero y la saga tiene potencial, aunque la pluma de Bethany no me convenció demasiado.
ResponderEliminarhola,
ResponderEliminarains, me ha encantado este beso... no se si voy a aguantar mucho mas, quizas me ponga ya a leer esta saga
Besotesssssssssssssssssss
¡¡Menudo momentazo!! Estos momentos tan tiernos hacen que ansíe leer más y más.
ResponderEliminarBesos =)