—Nada de esto es justo y lo sabes. —Comenzó a aproximarse a ella mientras
dejaba salir, usando un tono molesto y bajo, toda la rabia y frustración que
había acumulado a lo largo del día—. Sermonear no es la palabra correcta. Me
han echado dos broncas de cojones sin comérmelo ni bebérmelo: una mi jefe y
otra tu padre, y todo por tu culpa. —Un paso más cerca. Un tono más bajo—. Y
sí, me has obligado a que vuelva a verte. Puteándome. Haciendo que me juegue mi
maldito puesto de trabajo. —Curvó la espalda para que su rostro quedase a la
altura del de ella y plantó las palmas de las manos en la hoja de la puerta a
ambos lados de su cabeza. Entonces sus miradas se enlazaron. Silvia se sumergió
en aquel azul que ya no parecía tan frío. Él tragó saliva perdiéndose en las
máculas verdosas que bailaban en sus iris castaños. —Aunque te equivocas en
algo —continuó en un susurro, sabiéndose derrotado—. Y es que no me hacía falta
verte en persona porque, para mi desgracia, llevo un tiempo que no hago otra
cosa que desearte a todas horas.
Seguidamente, sintió cómo las manos de Darío le enmarcaban la cara, lo que
hizo que su corazón se saltase un latido. Cerró los ojos al percibir el dulce
roce de sus labios; un beso que por primera vez le entregaba libremente, casi
con miedo, desprovisto de aquella especie de oposición que existió en los
anteriores. En esta ocasión él parecía saborear el momento, estar dispuesto a
disfrutarlo. Y ella se emocionó, porque el tierno beso que Darío le estaba
dando hablaba de sentimientos, no solo de pasiones; de entrega y abandono por
encima del dolor. Hablaba de aprobación, de transigencia hacia sí mismo; de
romper barreras y traspasar muros. Esa sutil caricia de sus labios le confirmó
que había cedido ante lo que ella le hacía sentir, y Silvia le correspondió del
mismo modo: sin presiones, sin arrebatos, sin prisas. Le rodeó la cintura y se
entregó en cuerpo y alma a su boca.
Darío supo que había llegado a un punto de no retorno, que ya nada le haría
dar marcha atrás. Le gustaba esa chica, le atraía, y no solo del modo en el que
le habían atraído las mujeres con las que se había acostado en los últimos
años. Silvia despertaba en él algo tan fuerte que no se atrevía a ponerle
nombre, de dimensiones similares a las que solamente había experimentado por
una persona, y habían resucitado tan de súbito en su interior esas ansias que
creía muertas, que no sabía cómo manejarlas.
El beso se alargó en el tiempo dando paso al nacimiento de unas primeras
caricias tan delicadas como lo eran el movimiento de sus labios o la danza que
ejecutaban sus lenguas. Con las manos abiertas y los párpados cerrados
recorrieron sus cuerpos por encima de sus ropas, absortos en el tacto del otro.
Darío se olvidó de los años que les separaban, de la posición social a la
que ella pertenecía e incluso del lugar en el que se encontraban. Su mente
aparcó todo; a lo único que podía obedecer en ese instante era a la imperiosa
necesidad de hacer que la vestimenta de Silvia desapareciese. Desabotonó
primero su camisa y la deslizó por sus hombros apenas sin rozarle la piel.
Luego se centró en aquella minifalda ajustada que le quedaba tan jodidamente
bien, arrastrándola por sus torneadas piernas hasta que terminó tirada en el
suelo. Entonces se atrevió a recorrer con sus trabajadas palmas los brazos de
la chica. Con suavidad. Como si temiese hacerle daño si ejercía un poco más de
presión.
Almas de cristal – Analí Sangar
¡Hola! =)
ResponderEliminarNo lo conocía, gracias por la escena ^^
Besoooooos :P
No caigo ahora mismo en cual es el libro, yo es que soy muy visual, sin portada no soy nadie jajajaja voy a fisgar
ResponderEliminarhola,
ResponderEliminarno he leido este libro pero me ha encantado el fragmento.
Gracias por compartirlo
Besotessssssssssss
Hola! no sé cual es libro en estos momentos, pero me sueña de haberlo leído. Tengo memoria de pez jajajaja.
ResponderEliminarBesos!
Hola preciosa!
ResponderEliminarNo he leído el libro pero si que no me importaría. Me gusta el beso que has puesto.
❀ Fantasy Violet ❀
Besotes! 💋💋