—Mírame —levanté la vista insegura, sonaba bastante cabreado y llevarme una
bronca del jefe el primer día no había entrado en mis planes —. No vuelvas a
desaparecer así.
Tenía una mirada furiosa, que hizo que me encogiera en contra de mi
voluntad. En un par de pasos, engulló la distancia que nos separaba y, antes de
poder reaccionar, me encontré arrinconada contra la mesa y envuelta en sus
fuertes brazos.
Sus labios cayeron sobre los míos dispuestos a arrasar con todo sin dudas,
ni la menor vacilación, mientras sus manos recorrían mi cuerpo con un hambre
propia de un hombre al borde de la inanición. Aturdida, solo pude aferrarme a
su jersey, sintiéndome víctima de un asalto que, lejos de incomodarme,
consiguió que todo el deseo que había estado vibrando bajo mi piel a lo largo
del día se desbordara sin límites.
Abrí mis labios dispuesta a dejar que mi lengua se encontrara con la suya y
dejé mis manos vagar hasta la cintura de sus pantalones, en busca del final de
su jersey. Necesitaba sentir su piel bajo mis palmas, recorrer con mis manos
una vez más aquellos bordes y aristas en los que me había deleitado durante
todo el fin de semana.
Sus manos se deslizaron hasta mi trasero y me impulsó hacia arriba para
sentarme sobre la mesa. Separé mi boca de la suya para poder recuperar el
aliento y escondí mi rostro en su hombro, disfrutando de su aroma.
—Parece que siempre empezamos igual —murmuré junto a su oído con una
sonrisa antes de atrapar el lóbulo de su oreja.
—Las camas están sobrevaloradas.
Su boca volvió a buscar la mía y tuve que empujar mis manos contra su pecho
para pedirle calma. Mi cuerpo entero temblaba por su toque, anhelante.
—Calma, Vikingo —susurré sobre su boca —lo que hay debajo de mi culo son
los informes del caso y preferiría no arrugarlos.
Me besó una vez más antes de hablar.
—Cama entonces —sujetándome de las caderas me ayudó a bajar de la mesa.
Giré en dirección a la puerta de la habitación, sabiendo que me seguía,
mientras me deshacía de la camiseta. Apenas había dado dos pasos dentro de la
habitación cuando sus brazos ya estaban envolviéndome una vez más. Él también
se había librado de su jersey y la sensación de su piel, fresca del frío de la
calle, cubriendo mi espalda caliente me provocó un escalofrío de placer. Me
perdí en la sensación mientras me giraba poniéndome frente a él.
La cama estaba demasiado lejos, pero logramos llegar a ella entre besos y
caricias al tiempo que nos deshacíamos del resto de nuestras ropas. La idea de
que quizás teníamos que hablar parpadeó en mi mente, pero la necesidad de
volver a sentirlo en mi interior me instó a desechar el pensamiento. Ya habría
tiempo para hablar cuando los dos estuviésemos saciados.
Algo que no parecía que fuera a suceder pronto.
Cómo romper las reglas y no morir en el intento –
Kaera Nox
Muy buena la escena, espero poder leer la novela.
ResponderEliminarBesos
hola,
ResponderEliminarno he leido este libro, pero el fragmento me ha encantado
Besotessssssssssssssssssssss
¡Hola! =)
ResponderEliminarCuánta pasión, me gusta la escena :P
Besitos ^^