—¿Y qué harás para que te
perdone? —dijo María con humor, intentando quitar la tensión que había entre
ambos desde la aparición de aquella mujer.
Y no pudo reaccionar porque
Allen la besó.
Anduvo el único paso que
los separaba y se enfrentó a sus labios en un beso cálido y húmedo, tanto como
la lluvia que caía a su alrededor y los empapaba. Ardiente y lleno de premura.
Como un último beso. Como un primer beso. Sí, porque ella sintió su turbación,
su urgencia y su agonía. Su ansia y su deseo como si la devoraran. Algo muy
distinto a aquella noche lejana donde todo empezó como un minueto perfectamente
programado. Ahora era algo irracional, algo que él no podía evitar. Que le
llevaba irremediablemente a sus labios, a su cuerpo. Como una necesidad
primitiva. Allen sintió primero el calor de unos labios contra los suyos.
Después, tras tantear el rechazo, su lengua fue abriéndose paso con cuidado,
feliz de ser acogida. Por último sus manos apretaron las caderas de María
contra su cuerpo. Traspasando su ropa. Buscando su desnudez a través de la
tela. Y ella lo deseaba tanto. Lo había deseado tanto todo aquel tiempo, desde
que lo viera en casa de Karen. Por eso, desde el primer contacto María supo que
estaba perdida. El sabor de Allen que tantas veces había rememorado estaba
allí, impregnado en su saliva, en el gusto ácido de sus labios, en el tacto
suave y duro a la vez de su boca. Por un momento se dejó hacer. Y deseó que no
parara. Que fuera un beso eterno, que la arrebatara y fuera nada más que un
comienzo. Que aquello simplemente fuera el preludio de... Por otro lado, era
imposible, aunque lo anhelara tanto como él. Porque todo se perdería, se
tiraría por la borda como si su vida no hubiera valido para nada... «Mi timón.
Mi ancla», pensó. ¡Estaba traicionando a Edward! ¿Qué diablos hacía? Como pudo,
consiguió dominarse, aunque su corazón palpitara a tal velocidad que podría
escapar de su pecho. Apartó a Allen, empujándolo con la mano. Él se resistió al
principio. Incapaz de detenerse. La ansiaba de una forma rabiosa, dolorosa,
como si le fuera su vida en ello. Pero María fue firme en su decisión y él
cedió a aquel empuje suave y constante. Ella jadeaba tanto como él cuando se separaron.
Sin aliento. Allen permanecía mirándola, empapado por la lluvia y por la
lujuria, ansioso de sus labios y de sus ojos. Las pupilas dilatadas por la
excitación y la entrepierna dura de tanto desearla. Sabía que si empezaba no
podría parar y hacerlo era un esfuerzo para el que tenía que contar con todas
sus fuerzas.
Pero la voz de María sonó
glacial.
—Márchate.
Hola!!!
ResponderEliminarMe ha gustado muchisimo este fragmento por lo que investigare mas acerca del libro a ver si me animo a leerlo. Saludos.
¡Holaaa! Ufff, que se siente el calor luego de ese beso *-* realmente me ha dado muchas ganas de incursionar en el librito *-*
ResponderEliminar¡Un beso!
Hola Neftis un beso intenso y con cierto aire de traición. Estoy deseando leer el libro. Gracias por compartir.
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