-Pecosa, ¿nunca te he dicho
que eres preciosa? –Rachel tomó aire cuando sus miradas se enredaron y negó
lentamente con la cabeza-. Pues debería haberlo hecho. Eres preciosa, Rachel
–repitió.
Él dejó de sonreír y
deslizó los dedos por la palma de la mano; la mantuvo abierta sobre la suya y
recorrió con la yema del índice las líneas que surcaban aquella superficie
aterciopelada. Quería meterse bajo su piel. Esa mano era tan perfecta, tan
pequeña, tan delicada…
-¿Qué estás haciendo?
-No lo sé. Te toco.
–Ascendió por el mentón y las mejillas, despacio, disfrutando del recorrido,
como si estuviese dibujándola con los dedos en su memoria. Limpió las lágrimas
que todavía brillaban sobre su piel, eliminando aquel rastro de dolor-. Y creo
que voy a besarte.
-Mike…
-¿Te apartarás si lo hago?
-Tendrás que arriesgarte.
Lo hizo. Arriesgó.
Fue un beso tierno, húmedo,
lento. Mike atrapó aquellos labios entre los suyos y mordisqueó con cuidado la
piel suave y deliciosa mientras Rachel gemía en su boca.
Estaba perdiendo el
control. Tenía la certeza de que aquello no era lo correcto; no para ella, al
menos, pero la deseaba más que nada en el mundo. Y, por eso mismo, temía
arrastrarla a su infierno. Ella merecía algo mejor, más estable.
Mike desechó la llamada de
su conciencia y profundizó el beso acunando su rostro con ambas manos, trazando
pequeños círculos con el pulgar sobre la mejilla. No quería perderla.
-Espera… -murmulló Rachel.
Ambos respiraban agitados.
Él rozó sus labios una última vez, conteniéndose, y se separó de ella despacio,
contemplando hipnotizado el rubor que le cubría las mejillas.
-¿qué ocurre?
-Solo… solo necesito
asimilar… lo que acaba de ocurrir. –Emitió una risa dulce y Mike sonrió
travieso y se inclinó sobre ella hasta que ambos estuvieron tumbados en el
sofá. La miró desde arriba y le apartó con la mano el cabello suelto,
despejando su rostro.
-De acuerdo. Puedes ir
asimilándolo mientras sigo besandote, ¿no?
Deslizó la boca por su
cuello y dejó un reguero de besos que desembocaba en la barbilla de la joven y
se desviaba después por el pomulo, la punta de la nariz y sus labios
entreabiertos.
Rachel cerró los ojos,
todavía aturdida. Era como estar flotando a muchos, muchos metros de altura.
Sentía vértigo. Las manos de Mike se movían por su cuerpo con soltura y cierta
familiaridad, como si conociese de antemano cada tramo de piel.
Ella hundió los dedos en su
cabello y le acarició la espalda con la otra mano. Cuando pensaba que era
imposible estremecerse más, Mike inventaba nuevas caricias nuevos besos y
nuevas palabras que le susurraba al oído. Deseando tocarlo, deslizó la camiseta
por su torso y se la quitó. Se miraron en silencio. Ni huyó de aquellos ojos
grises al despojarse también de la suya; permaneció quieta mientras el devoraba
con la vista el sujetador azul oscuro que vestía. Mike inclinó la cabeza y
depositó un beso suave en su estómago, al lado del ombligo, que le erizó la
piel.
-Estas temblando.
-Estoy nerviosa.
Mike apoyó las manos a
ambos lados de su cuerpo. Tenía el ceño fruncido y una mirada culpable que ella
no supo descifrar.
-¿Por qué estas nerviosa?
-Porque sí. Porque eres tú
y soy yo. Por eso mismo. Si fueses cualquier otra persona no sentiría nada, no
temblaría. Te quiero, Mike. Siempre te he querido. Lo sabes.
33 razones para volver a verte – Alice Kellen
Hola!! Sigo repitiendo que me encanta esta sección! :D
ResponderEliminarUn beso!! ;)
aoiiiiiiii que poooochisss
ResponderEliminarestos besos son muy cuquis
reconoce que eres una besuconcitaaa (L)
ayy mi neeeeeeftis
un abrazoote
Tengo e libro pendiente, buena escena :P
ResponderEliminarBesos
Hola! Escena perfecta para un libro muy muy bueno :)
ResponderEliminarBesos!
Hola Neftis ¡vaya beso! hay mucho sentimiento y pasión :) gracias por compartir.
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