—Lanzo, pero ¿y tus estudios y tu futuro?
—Mi futuro está a tu lado.
—Tu sueño es ser apotecario.
—Mi sueño eres tú.
No pude aguantar más y atrapé su boca. Él me
besó apasionado. Su torpe urgencia me encogió el corazón.
Enredamos nuestras lenguas con ansia, inexpertos
e inseguros, pero arrebatadoramente entregados. El beso encendió nuestros
ánimos y comencé a sentir sus manos ascendiendo por mis costados, indecisas y
trémulas. Noté sus pulgares recorriendo las curvas de mis pechos y todo un
abanico de sensaciones confusas me recorrió.
—Dios, Alonza —gimió contra mi boca—, párame.
Me separé de él jadeante; apenas retrocedí un
par de pasos y lo miré aturdida. Aunque mi intención no era precisamente
obedecerlo.
Comencé a desatar el corpiño hasta lograr
aflojarlo ante la ardiente mirada de Lanzo. Luego me bajé los hombros del
vestido, saqué los brazos y empujé la tela hacia abajo, mostrándole mis pechos.
Él dio un paso hacia mí. Tenía los puños
apretados, la cabeza baja y la mirada entornada y nublada por un velo que no
había visto antes. Temblaba y apretaba los labios con contención.
Retrocedí, y él avanzó. Llegué a su cama y me
recosté en ella mirándolo invitadora.
—Esto no es lo que te he pedido —murmuró con voz
estirada.
—Pero es lo que deseas —repliqué subiendo la
falda por mis muslos.
—Sí, es cuanto deseo, hacerte mía.
Avanzó tenso hasta mí, hundió una rodilla en el
colchón y se cernió sobre mi boca de nuevo. Sentí sus manos ahuecadas en mis
senos, acariciándolos con firmeza. Gimió en mi boca y me tumbó completamente.
Cuando dejó de besarme, observé su inflamada boca y me relamí. Su mirada turbia
me excitó casi más que sus manos danzando sobre mi piel.
Cuando tomó uno de mis pezones entre sus labios
casi me sentí desfallecer. Lamió, succionó y besó con delirio, y yo jadeé
hundiendo los dedos en su cabello, cimbreándome contra su cuerpo.
—Detenme, Alonza, o no podré parar.
—No quiero que pares.
Lanzo dejó escapar un gemido estrangulado y
cerró los ojos frunciendo el ceño como si una punzada lo atravesara.
—No me alientes, no... no debemos...
Meretrice – Lola P. Nieva
Hola! Muy buen fragmento!!! Es genial este libro :)
ResponderEliminarBesos!
Que bonito
ResponderEliminarGenial esta sección como siempre, momentazo =)
ResponderEliminarUn fragmento muy bonito :D
ResponderEliminarTengo el libro en casa y estoy deseando leerlo para encontrarme fragmentos como este. Un besote :)
ResponderEliminarHolaa, jope que es una escrna intensa ja ja ja pero bueno, tendría que ver qué tal el librito para ver si me animo :D
ResponderEliminar¡Beesos! :3
Hola!
ResponderEliminarNo conocía el libro pero parece de lo más intenso jajaja
Aunque me ha llamado muchísimo el nombre de Alonza, no podía parar de pensar en el mientras leía. Me recuerda a esos los nombres antiguos que se heredaban para desgracia de todos jajaja.
Besos
Me gustó mucho esta novela, sobre todo la parte antigua. Alonza es un personaje maravilloso, aunque Lanzo no le va a la zaga.
ResponderEliminarUn besito.
¡Hola! No conocía este libro, pero me gustó mucho el fragmento, así que igual me animo y le doy una oportunidad ^^
ResponderEliminarUn beso.
Hola! no he leido el libro pero el beso es de infarto. Besos!!
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