Besos de libro #231 A contrarreloj (IV)

—Sabía que en cuanto me vieras no ibas a poder resistir la tentación de arrancarme la ropa —respondió con una sonrisa.

Luc se puso en pie y le tendió la mano para levantarla. Cuando la tuvo entre sus brazos, caminó un par de pasos hasta apoyarla contra las rocas.

—Vas a tener que perder los pantalones, Haas.

—Solo si tú también te quedas con el culo al aire, Luc.

—Hecho.

La alzó en brazos, como si pesara menos que una pluma, y ella enlazó las piernas en su cintura. Con una mano apoyada contra las rocas para sostener su peso y evitar que la espalda de Andrea rozara la piedra, Luc la besó hasta que el nudo se deshizo, hasta que se olvidó del mundo a su alrededor y el deseo se convirtió en el centro de su universo.

Pero estaban demasiado cerca de la orilla y el viento había levantado olas y una de ellas hizo explotar su burbuja al salpicarlos y llevarse en su retirada los zapatos de Andrea.

—¡Mis sandalias!

—Venga ya —jadeó Luc contra su boca—. Estoy prácticamente dentro de ti. ¿Prefieres follar o salvar tus zapatos?

—Me encantan esas sandalias... —señaló, indecisa. Estaba aferrada con brazos y piernas al cuerpo de Luc. Y no quería separarse de él ni perder su calor, pero...

Luc leyó la respuesta en su rostro. La dejó en el suelo y fue a rescatar sus zapatos empapados.

—Tenemos que dejar de hacerlo así —farfulló mientras se metía en el mar—. O lo hacemos en una cama, o se acabó el sexo.

El agua le cubría hasta las rodillas. Tenía el pelo alborotado y la sudadera descolocada y Andrea gimió por dentro cuando el deseo se inflamó en su interior.

—Dios, Luc. Estás tan sexy cuando frunces el ceño y te pones gruñón...

Él lanzó los zapatos al mar y volvió a acorralarla contra las rocas. Ella enlazó de nuevo las piernas alrededor de su cintura y dejaron que el rumor de las olas apagara los sonidos de sus cuerpos al fundirse y explotar en mil pedazos.

A contrarreloj – Laura Esparza