De repente, sus grandes y poderosas manos estaban a cada lado de mi cuello,
con el pulgar rozando la mandíbula y el resto de los dedos enredados en mi
cabello, tal como le gustaba. Tal como yo necesitaba. Solo tuve tiempo de
aferrarme a sus muñecas, no estoy segura de sí era para no perder el equilibrio
o para evitar que se separase de mí. Quizás ambos. Cuando estrelló sus labios
contra los míos, fue tal el alivio… me sentí tan absolutamente desbordada de
emociones, que ni quise ni pude evitar que un sollozo escapase desde lo más
profundo de mi alma. Aquel no era un beso dulce, de ninguna manera. Es más,
incluso me atreveré a confesar que, de haberlo sido, me habría sentido decepcionada.
Sin embargo, sí que hablaba de pasión y de necesidad, de amor y de anhelo, de rendición
y de rabia y, en definitiva, de una amalgama de diferentes sentimientos que
habían estado durante un muy largo tiempo reprimidos.
Me entregué a él, a nosotros, porque nada más, nada… nada excepto sus manos
tocándome, su calor rodeándome y su cuerpo engullendo el mío, importaba. Una
vez que nuestras lenguas se reencontraron en un desesperado y desordenado
baile, todo lo demás dejó de existir; el miedo, la precaución, las dudas, la
angustia vivida en los últimos días… dejé que todas escapasen por la ventana
mientras me aferraba a la seguridad que solo él era capaz de proporcionarme. Me
parecía tan increíble que por fin estuviese ocurriendo que mis manos vagaban
sin rumbo fijo, no sabía bien dónde dejarlas, por dónde comenzar a acariciar, a
explorar, porque lo quería todo. De manera que pasearon por sus fuertes brazos,
acaricié su amplio y definido pecho, me deleité un poco de más en su rasposa
mandíbula y, finalmente, agarré puñados de su cabello aferrándome a él,
desesperada. Si fui brusca y le hice daño no dio muestras de ello; si acaso,
pareció encenderse más. En un fluido e inesperado movimiento que me hizo
jadear, colocó sus manos a cada lado de mi trasero y, sin esfuerzo aparente, me
levantó. De manera instintiva, mis piernas se enroscaron alrededor de sus caderas
justo antes de que quedase aprisionada entre la pared y su fuerte cuerpo. El
beso se profundizó, se volvió más frenético, si es que aquello era posible. Me
faltaba el aire, pero había deseado tanto aquello que no pensé en separarme de
él para aspirar una bocanada; aún me sentía caminando sobre una fina línea que
en cualquier momento podría desaparecer y me aterrorizaba que cualquier
movimiento de mi parte, por pequeño e insignificante que este pudiese parecer,
dejase lo que estábamos viviendo como otra fantasía frustrada más. No, de
ninguna forma sobreviviría a aquello.
Así que me dejé llevar.
Cerró un puño en mi cabello tomando el control del beso mientras la otra
comenzó a vagar por debajo de mi blusa, acariciándome el abdomen, las costillas
y terminando por dar un pequeño, aunque firme, apretón a uno de mis pechos.
Yo gemí y él gruñó.
De repente, había demasiados obstáculos entre nosotros, demasiada ropa y la
quería toda fuera del camino. Quería sentir a Ethan, nada más.
Solo a él.
¡Jesús! Para ese momento ya me sentía demasiado excitada y eso que ni
siquiera habíamos entrado en materia aún. Y así, de repente, me estrellé contra
la realidad porque aquel pensamiento, algo que podía parecer nimio e inocente,
me golpeó con la fuerza de un camión. Vacilé. Yo no… yo no era como las mujeres
con las que él estaba acostumbrado a… relacionarse. No tenía demasiada experiencia.
No es que la cantidad de sexo practicado fuese escasa —había estado dos años
con Peter, ¡por el amor de Dios! —, pero tampoco era algo desorbitado. Además
de Peter, solo me había acostado con otras dos personas, que calificaría más
como chicos y menos como el hombre que en ese momento me sostenía. Lo que
quiero decir es que, más que una cuestión de cantidad, mi miedo provenía de la
calidad de lo que yo había experimentado hasta entonces. No sabía si podría
estar a la altura de las expectativas que él pudiese tener con respecto a mí, a
nosotros. Sé que puede parecer absurdo, pero yo no podía olvidar mis primeros
días —o noches— viviendo allí. La forma en la que nos conocimos.
Él debió percibir mi tensión porque, tras un pequeño mordisco a mi labio
inferior, se separó hasta dejar unos centímetros de distancia entre nuestros
labios. Rozó su nariz contra la mía y yo cerré los ojos deleitándome en el
placer que aquella pequeña caricia me provocaba.
—¿Estás segura?
Sí.
No.
A decir verdad, no estaba segura acerca de cómo podría resultar, pero por
supuesto que sabía que aquello era lo que quería. Más de lo que había deseado
nada en mi vida.
Chicago cops: Reed rendición – Sara Halley
¡Hola! =)
ResponderEliminarNo he leído el libro, gracias por la escena ^^
¡Un besitoooo! :P
¡Hola!
ResponderEliminarMe encantan estas entradas tuyas, no he leído el libro y por lo que veo forma parte de una saga por lo que de momento no creo que lo lea pero no lo termino de descartar en un futuro.
¡Besos!
Buenaas!
ResponderEliminarNo conocía el libro ^^ Gracias <3
Hola
ResponderEliminarGracias por la escena :D
Un saludo
Un pedazo de escena de beso que te caes de espaldas, como todo lo que escribe Sara Halley.
ResponderEliminarBesos🖤
Hola preciosa!
ResponderEliminarGenial el beso, no conozco el libro.
❀ Fantasy Violet ❀
Besotes! 💋💋
hola,
ResponderEliminarme ha encantado el fragmento, aun no he leido esta saga pero la tengo apuntadita
Besotessssss
Hola!
ResponderEliminarAissss, que fragmento tan intenso!
Besos!