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viernes, 27 de abril de 2018

Besos de libro #192 El día que dejó de nevar en Alaska (II)



—Conque aburrido, entonces.
—¿Todavía sigues con eso? —bromeo—. Lo dije hace como un millón de años. Empezará a estudiarse en los libros de historia clásica dentro de poco.
—Ah, encima listilla. —Le brillan los ojos y el azul es intenso, turquesa; me sujeta las manos y el gesto me desconcierta, momento que él aprovecha para coger un montón de nieve y restregármela por la cara—. Esto sí que pasará a la posteridad.
—¡Estás tarado!
Nilak se ríe con todas sus fuerzas cuando escupo un trozo de nieve. Y de pronto, soy muy consciente de que su cuerpo, todo él, está sobre mí, sacudiéndose a causa de las carcajadas. Me arden las mejillas y mi corazón mete quinta de golpe, sin avisar. Se me seca la garganta y tengo que tragar saliva para deshacer el nudo que me oprime. Es tan… tan él, tan suyo, tan único, que quiero besarlo. No, «querer» no es la palabra.
Necesito besarlo.
Y antes de que pueda pensar en los pros y los contras o valorar las posibles consecuencias, lo hago.
Lo beso.
Rodeo su nunca con una mano para acercar su rostro al mío y su risa se extingue en cuanto nuestros labios se rozan. Los suyos son suaves, perfectos, pero están rígidos y noto cómo se debate interiormente y enfrenta su lucha particular. Me gustaría saber por qué duda. Yo no tengo ni un ápice de indecisión. Me gusta Nilak, a pesar de ser opaco, incluso con todos los huecos que faltan por rellenar. Suena irracional, pero sé de lo que hablo por la sencilla razón de que nunca antes había sentido nada igual. Es vértigo. Es estar en el filo de un acantilado, mirando hacia abajo, decidiendo si te atreves a precipitarte al vacío o das un paso atrás y regresas a la seguridad, a tu confortable existencia sin sobresaltos.
Yo me arrojé hace tiempo. Salté sin más.
Imprimo en el beso todo el deseo reprimido durante estas últimas semanas y él lanza una especie de jadeo contenido antes de entreabrir los labios y dejarse encontrar. La tentadora y cálida cavidad de su boca contrasta con el frío que noto en la espalda, pero dejo de ser consciente de que sigo tumbada sobre un inmenso montón de nieve cuando nuestras lenguas se rozan y casi puedo ver fuegos artificiales detonándose a mi alrededor.
Nuestras bocas encajan. Conectamos.
Una oleada de calor me sacude cuando Nilak presiona mis labios con más fuerza. El beso se vuelve apremiante, furioso, y sus manos se aferran a mi cintura. ¿Cómo era eso de respirar? Creo que tenía que ver con inspirar, espirar o algo así. No importa. Ahora mismo no me importa nada más allá de lo que estoy sintiendo; la sensación burbujeante en mi estómago, su lengua húmeda, el cosquilleo que se apodera de mis extremidades.
He dejado de tener frío.
Quiero más.
Quiero que este beso sea eterno.

El día que dejó de nevar en AlaskaAlice Kellen
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6 comentarios:

  1. Me encanta esta sección pues nos dejas ver los momentazos más románticos de cada libro =)

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  2. ¡Hola!
    Tengo muchísima curiosidad por este libro y después de leer el beso, más jajaja.
    Besos

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  3. Ainsss y yo con el libro pendiente jeje que mono de leerlo jeje

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  4. ¡Hoooola! Lo cierto es que este libro está repleto de pasajes preciosos y el que muestras es sin duda uno de mis favoritos <3

    Un besote, nos leemos

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  5. ¡HOLA! actualmente estoy leyendo este libro, a mi tiempo, disfrutándolo. Aún no había llegado a esta parte, lindo spoiler me has dado! así que voy a seguir con la lectura hasta llegar a esta parte jajaja
    Por cierto, por el título asumo que es una entrada típica, me ha encantado! ansío leer la próxima.

    Un abrazo <3

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  6. Hola!! muy bonito el fragmento aunque es un libro que no leería. Besos!

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