—Conque aburrido, entonces.
—¿Todavía sigues con eso? —bromeo—. Lo dije
hace como un millón
de años.
Empezará a
estudiarse en los libros de historia clásica dentro de poco.
—Ah, encima listilla. —Le
brillan los ojos y el azul es intenso, turquesa; me sujeta las manos y el gesto
me desconcierta, momento que él aprovecha para coger un montón de nieve y restregármela por la cara—. Esto sí que pasará a la posteridad.
—¡Estás tarado!
Nilak se ríe con todas sus fuerzas cuando escupo
un trozo de nieve. Y de pronto, soy muy consciente de que su cuerpo, todo él,
está
sobre mí,
sacudiéndose a causa de las carcajadas. Me arden las mejillas y mi corazón mete quinta de golpe, sin avisar. Se
me seca la garganta y tengo que tragar saliva para deshacer el nudo que me
oprime. Es tan… tan él, tan suyo, tan único, que quiero besarlo. No, «querer» no es la palabra.
Necesito besarlo.
Y antes de que pueda pensar
en los pros y los contras o valorar las posibles consecuencias, lo hago.
Lo beso.
Rodeo su nunca con una mano
para acercar su rostro al mío y
su risa se extingue en cuanto nuestros labios se rozan. Los suyos son suaves,
perfectos, pero están rígidos y noto cómo se debate interiormente y enfrenta
su lucha particular. Me gustaría
saber por qué duda. Yo no tengo ni un ápice de indecisión. Me gusta Nilak, a pesar de ser opaco, incluso con
todos los huecos que faltan por rellenar. Suena irracional, pero sé de lo que
hablo por la sencilla razón
de que nunca antes había sentido
nada igual. Es vértigo. Es estar en el filo de un acantilado, mirando hacia
abajo, decidiendo si te atreves a precipitarte al vacío o das un paso atrás y regresas a la seguridad, a tu
confortable existencia sin sobresaltos.
Yo me arrojé hace tiempo.
Salté sin más.
Imprimo en el beso todo el
deseo reprimido durante estas últimas
semanas y él lanza una especie de jadeo contenido antes de entreabrir los
labios y dejarse encontrar. La tentadora y cálida cavidad de su boca contrasta con el frío que noto en la espalda, pero dejo de
ser consciente de que sigo tumbada sobre un inmenso montón de nieve cuando nuestras lenguas se
rozan y casi puedo ver fuegos artificiales detonándose a mi alrededor.
Nuestras bocas encajan.
Conectamos.
Una oleada de calor me sacude
cuando Nilak presiona mis labios con más fuerza. El beso se vuelve apremiante, furioso, y sus
manos se aferran a mi cintura. ¿Cómo era eso de respirar? Creo que tenía que ver con inspirar, espirar o algo
así.
No importa. Ahora mismo no me importa nada más allá de
lo que estoy sintiendo; la sensación burbujeante en mi estómago, su lengua húmeda, el cosquilleo que se apodera de mis extremidades.
He dejado de tener frío.
Quiero más.
Quiero que este beso sea
eterno.
El día
que dejó de nevar en Alaska – Alice Kellen
Me encanta esta sección pues nos dejas ver los momentazos más románticos de cada libro =)
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarTengo muchísima curiosidad por este libro y después de leer el beso, más jajaja.
Besos
Ainsss y yo con el libro pendiente jeje que mono de leerlo jeje
ResponderEliminar¡Hoooola! Lo cierto es que este libro está repleto de pasajes preciosos y el que muestras es sin duda uno de mis favoritos <3
ResponderEliminarUn besote, nos leemos
¡HOLA! actualmente estoy leyendo este libro, a mi tiempo, disfrutándolo. Aún no había llegado a esta parte, lindo spoiler me has dado! así que voy a seguir con la lectura hasta llegar a esta parte jajaja
ResponderEliminarPor cierto, por el título asumo que es una entrada típica, me ha encantado! ansío leer la próxima.
Un abrazo <3
Hola!! muy bonito el fragmento aunque es un libro que no leería. Besos!
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