—Solo quería que te sentaras —susurra, con la
vista fija en mi rostro.
—Ah, vale.
El ambiente se vuelve
eléctrico en el silencio posterior, como en esos instantes previos a una
tormenta. Nos quedamos mirándonos
el uno al otro; sus dedos continúan aún
en mi cintura, enrollados en torno a la tela de mi vestido.
—Será mejor que te vistas.
Asiento. Sus manos continúan ascendiendo y me ayuda a introducir
los brazos por las mangas. Se mueve de forma lenta y delicada, como si temiera
realizar un movimiento erróneo,
y no aparta los ojos de los míos
en ningún
momento. No hace amago de subirme la cremallera y yo tampoco me molesto en
hacerlo, sencillamente permanezco inmóvil.
Lo siguiente que sé es que
me está
besando. Primero es apenas un roce, suave y titubeante, pero no tarda en
convertirse en algo más.
Su lengua se abre paso e irrumpe en mi boca, y todo en lo que puedo pensar es
en lo excitante que es su sabor, picante y adictivo. A pesar de haberme pillado
totalmente desprevenida, le correspondo casi de inmediato. Me aferro a su
cuello y él hunde los dedos en mi melena. De su garganta escapa un gruñido de satisfacción.
Conforme avanzan los
minutos y el beso se hace más y
más profundo, una extraña sensación de inquietud se va apoderando de mí y muy pronto se transforma en
auténtico pánico.
«¡Qué demonios!», pienso
para mí, y
acto seguido le doy un empujón,
separándole
de mí.
Su expresión complacida se torna muy pronto en una
de sorpresa, pero en unas décimas de segundo sus ojos adquieren un brillo
comprensivo y recupera la compostura.
—El beso… —murmura para sí mismo—. Vaya error de principiante,
Jay.
Si solo fuera un cuento de hadas – Victoria Vílchez
hola,
ResponderEliminarainssssssss me encanta esta seccion, has escogido una escena preciosa del libro, de mis ultimas lecturas de 2017 y un libro estupendo
besotes
Hola!
ResponderEliminarTengo ganas de estrenarme con esta autora!
Un besin