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viernes, 16 de noviembre de 2018

Besos de libro #218 A contrarreloj (II)



—¿Para mí? —preguntó ella con una sonrisa.
—Hace juego con tus ojos.
—Qué romántico eres, Luc.
Andrea dejó la planta sobre uno de los sacos y lo atrajo para besarlo. Hacía solo unas horas que habían estado desnudos el uno en brazos del otro y, sin embargo, el solo hecho de tenerlo cerca la consumía por dentro. Él la alzó en brazos y la colocó sobre los sacos, que la dejaban a la altura perfecta para sus planes.
—Tú sí que eres romántica —le susurró junto al oído—. Estamos en un lugar lleno de flores aromáticas y decides esconderte junto a los sacos de fertilizante químico.
—Al menos aquí Maxime no podrá encontrarte para preguntarte qué clase de abono prefieres.
—Muy graciosa. —Luc le hociqueó el cuello.
—Así que acerté al pensar que necesitabas un descanso de nuestro organizador de bodas. —Ella le acarició la nuca enredando los dedos en su pelo castaño—. Una pregunta más sobre flores y le habrías arrancado la cabeza.
Luc se separó un poco para poder mirarla a los ojos.
—No sé diferenciar un geranio de un clavel. ¿Por qué se empeña en que le dé mi opinión todo el rato?
—Creo que le gustas —respondió, mimosa.
—Muérdete la lengua.
—Vamos. Es un buen partido. Atractivo, con negocio propio y tiene mucho... aguante.
—Lamentablemente, estoy interesado en otra persona. —Le separó aún más las rodillas, pegándose a ella cuanto le fue posible.
—¿En serio?
—Ajá. Una rubia de piernas largas que hace un ruidito enloquecedor cuando la toco justo aquí.
Metió su mano bajo el vestido y lo levantó para acariciarla en el costado, justo en la curva de la cintura. Andrea gimió y él no pudo contener una sonrisa.
—Exactamente así —dijo.
Después la besó, mientras seguía acariciándola en aquel lugar que la enloquecía.
—No estaba pensando en esto cuando he venido aquí —jadeó Andrea contra su boca.
—Seguro que no.
Y volvieron a besarse, deleitándose el uno en el otro, explorándose por encima y por debajo de la ropa. Andrea le rodeó la cintura con las piernas y sus manos le acariciaron los músculos de la espalda con los que antes había estado fantaseando.
—¿Por qué llevas la misma ropa que ayer? —le preguntó él cuando se separó para recuperar el aliento.
—Porque las mujeres con las que vivo son crueles y disfrutan haciendo sufrir al prójimo —se quejó—. Me estaban esperando esta mañana y no se han creído que volvía de dar un paseo. Creen saber lo que hicimos anoche, pero no tienen pruebas, así que han decidido torturarme y no han dejado que me cambie de ropa.
—Debería darles las gracias. No sabes lo mucho que me pone que todavía huelas a mí.
Luc movió las caderas y ambos gimieron. Siguieron besándose, besos largos y sensuales que los empujaban cada vez más cerca del abismo. Andrea no podía recordar la última vez que había llegado tan lejos sabiendo que la recompensa no estaba a su alcance. Porque no había forma de que lo hicieran en aquel lugar. No en un sitio público y con familia, amigos y empleados que podrían descubrirlos en cualquier momento. Pero siguieron besándose, tentándose, calentándose hasta el punto de fusión. Los sacos se movieron y una columna cayó al suelo, llevándose con ella la pequeña maceta.
—Acabas de matar a mi planta —gimoteó Andrea.
—¿Yo? Tú no parabas de mover el trasero.
Luc le desenroscó las piernas de su cintura y se agachó para recoger la pequeña carnívora.
—¡Joder! La muy... me ha mordido —bromeó.
—Esa es mi chica. Ella sabe de quién es la culpa.
Él le tendió la maceta. Andrea le cogió el supuesto dedo herido, se lo metió en la boca y lo chupó.
—¿Mejor?
—Mucho.
Luc le robó otro beso y después comenzó a recolocar los sacos que habían caído al suelo. Mientras tanto, Andrea cruzó las piernas y se dedicó a contemplar cómo se le tensaban los músculos bajo la camiseta y el estupendo culo que le hacían esos vaqueros.
Cuando Luc terminó, estaba de nuevo excitada. Él lo tuvo muy fácil para leer el deseo en su cara. Con una sonrisa, colocó ambas manos en los sacos, encerrándola entre sus brazos, y susurró contra su boca:
—Deja de mirarme así o encontraré los baños de este puñetero lugar, te arrancaré el vestido y te follaré hasta que te olvides de tu nombre.
—¿Me lo prometes?
Luc dejó escapar una carcajada y, sujetándola por la cintura, la puso en el suelo.


A contrarrelojLaura Esparza
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4 comentarios:

  1. Me ha hecho mucha gracia el final de la escena xD
    Un beso!

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  2. Me ha encantado el texto, muchas gracias por compartir.
    Besos!

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  3. Un libro que no he leído y una escena de alto voltaje! Besos!!

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  4. hola,
    este libro me lo regalaron por mi cumple el año pasado y aun no lo he leido... a ver si en breve me pongo con el que me has dejado con ganas
    Gracias por la entrada
    Besotesssssssssss

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