Mi mano buscó su cadera mientras la otra rodeaba su nuca para incitarla a
echar la cabeza hacia atrás. Posé los labios sobre los suyos y esta vez… sí,
fue un beso de verdad.
Noté su boca dulce y suave contra la mía y, cuando abrió los labios, no
saboreé la menor traza de alcohol. Diablos, no, el sabor era cien por cien
Andrea e igual de dulce. Deslizó una mano hasta mi hombro y cerró los dedos
contra mi camiseta mientras yo le pasaba la lengua por la línea de los labios.
Abrió la boca y yo me perdí en el interior. Jo. La calidez de su boca me
incendiaba. Su manera de pegar el cuerpo al mío me ponía a cien. Y el tacto de
su piel cálida y desnuda contra mi mano según acariciaba el contorno de su
cintura me estaba matando.
Poniéndose de puntillas, acercó sus caderas a las mías, y cuando la
restregó contra mi cuerpo, gemí sin dejar de besarla. Como si una nube hubiera
empañado mis pensamientos, me inundaba la necesidad de darle placer de nuevo,
de oír sus grititos junto al oído y de notar cómo su cuerpo se derretía de un
modo infinitamente hermoso una vez más.
La guie de espaldas, directamente a la cama, y la empujé para que se
tendiera conmigo. Me miró con las mejillas encendidas, el pecho subiendo y
bajando con fuerza sin despegar los ojos de mí. Me despojé de la camiseta y la
lancé hacia atrás.
Andrea bajó la vista hacia mi pecho y yo me erguí para que pudiera
contemplarme a sus anchas. Me gustaba; mierda, me encantaba su manera de
mirarme como si fuera a llegar por la vista únicamente. A mi ego le sentaba de
maravilla.
Me incliné hacia ella, planté las rodillas a ambos lados de sus caderas y
deslicé las manos por debajo de su cintura. Separé su espalda de la cama y la
desplacé hacia arriba para que las piernas no le colgaran por el borde. Y
ahogué su exclamación sorprendida con un beso cuando me tendí a su lado.
Envolviéndole la mejilla con la mano, empujé su rostro hacia el mío y
alargué el beso hasta que nos faltó el aire.
—Maldita sea, Andrea, podría vivir del sabor de tu boca.
—Eres un cuentista —susurró ella, y buscó mis labios nuevamente.
Sujetándole la cara con más fuerza, la detuve.
—No soy ningún cuentista. —Le acaricié el labio inferior con el pulgar—. Te
lo voy a demostrar.
Como el fuego – Jennifer L. Armentrout
Wooooooooooooow que emoción leerte wow que profundo todo, que pasión y amor de estos dos personajes, me encantaaaaaaa quiero leer mas.
ResponderEliminarhttps://geeky-freeky.blogspot.com/
Holaa, qué genial que hayas compartido este beso, ya te sigo que hace un montonal que no he leído más libros de Jennifer pero bueh, que está muy interesante :D
ResponderEliminar¡Beeesos! :3
Hola! Este libro me gusto mucho y esta escena en particular me parece una monada!
ResponderEliminarSaludos!
Buenaas!
ResponderEliminarAcabo de terminarme Como el hielo, así no quiero leer nada de este segundo hasta que lo lea ^^
Gracias por la reseña <3
hola,
ResponderEliminarme ha gustado el fragmento, aun no me he puesto con estos libros... a ver si me animo
Besotesssssssssssss
Hola!
ResponderEliminarNo lo he leído pero vaya escena!
Besos