La cogió por las caderas y la pegó con fuerza a él. Zoe jadeó y sin esperar
un segundo más, acercó sus labios y lo besó, firme y decidida.
Ya está, ahora estaba total e irremediablemente perdido y lo sabía, no
había vuelta atrás. Toda la tensión acumulada que había entre ellos desde que
se conocieron estaba a punto de ser resuelta. Y él ya no podía, ni quería,
evitarlo. Subió una mano por la espalda de Zoe y la enredó entre sus cabellos,
como había deseado hacerlo desde que la vio desprenderse de las horquillas el
día de su careo con el juez. Inclinó más la cabeza y se apoderó de su boca con
la necesidad y la urgencia de poseerla, de días y horas ansiando probar la
sensualidad de sus labios. Sus lenguas se entrelazaron luchando hambrientas por
conquistar el terreno del otro. Las manos de Martín volaban entre sus cuerpos,
presionando su ya conocido trasero y acariciando el contorno de su pecho. Zoe
bajó una mano y palpó la entrepierna de Martín, apretando ligeramente los
tensos vaqueros y provocándole un ronco gruñido que la excitó aún más. Por fin
se había atrevido a dar rienda suelta a su pasión. Consiguió desabrochar el
cinturón y abrir con dificultad los botones entre besos y jadeos hasta que pudo
meter la mano dentro de la ropa interior y acariciar la suave y húmeda
erección.
Martín exhaló varias veces mientras ella seguía dedicándole atenciones,
poniéndolo peligrosamente en el punto de no retorno.
—Si no quieres que pase, para ahora —habló con voz ronca mientras
succionaba el cuello de Zoe.
—¿Crees que si no quisiera que pasara habría empezado?
La camiseta de Martín voló por los
aires y en silencio, solo con su mirada pidió permiso a Zoe para continuar,
haciendo verdaderos esfuerzos por no abalanzarse sobre ella y tomarla lo más
rápido posible. La necesidad de sentir el abrazo y las contracciones de sus
músculos cuando por fin pudiera adentrase en ella lo estaban volviendo loco. No
recordaba haber deseado a otra mujer como la deseaba a ella.
Zoe sonrió y asintió, anticipándose a lo que estaba a punto de suceder. El
fuego que veía en sus ojos encendía más, si cabe, la pasión que los envolvía.
Martín suspiró aliviado y se dejó caer de rodillas. Empezó a descender por el
cuerpo de Zoe prodigándole besos húmedos hasta llegar al minúsculo triángulo de
ropa interior que impedía su acceso. Enganchó sus pulgares en el elástico y lo
bajó lentamente por sus esculturales piernas sin despegar sus ojos de los de
ella. No quería perderse ni por un momento cualquiera de sus gestos y jadeos,
grabarlos en su memoria, disfrutarlos y revivirlos en la intimidad las veces
que quisiera.
Cuando por fin hizo a un lado la ridícula prenda, soltó una carcajada y
rozó con el dedo el dibujo de su pubis completamente depilado.
—¿El símbolo de la paz? ¿De verdad?
Sonrió tímida y asintió. Martín sustituyó el dedo por la lengua y repasó el
tatuaje entre los sensuales suspiros que escapaban de los labios de Zoe. Colocó
la mano entre sus piernas y fue subiendo despacio, provocando escalofríos en su
piel y agitando su respiración.
—Martín…
La gravedad del tono de su voz lo animó a seguir torturándola un poco más.
—¡Oh Dios! —colocó las manos en su cabeza y tiró un poco del corto cabello
del soldado— Para por favor, creo...
Las atenciones del teniente cesaron en el acto.
—¿Qué?
—Estoy un poco mareada, creo que…
Se levantó y la sujetó por los hombros.
—No me hagas esto.
—...creo que voy a...
—Joder.
Zoe se convulsionó por las arcadas mientras doblaba su cuerpo y expulsaba
el Malibú, la piña y la espuma de coco a los pies de Martín. Cuando pudo
controlar su desnudo cuerpo, sin levantar la cabeza, usó los pies para enterrar
en la arena el producto de sus náuseas.
Misión hippy – Tessa C. Martín
Me ha encantado el fragmento. Este libro lo tengo pendiente en mi estantería.
ResponderEliminarUn beso
Hola!
ResponderEliminarQué forma de cortar el rollo 🤣😂🤣😂 y el "dibujo" me ha dejado muy sorprendida.
Besos!