—No me deje solo en esto, Jane…
—No le entiendo. ¿Acaso ha bebido, Robert? —preguntó antes de intentar
escabullirse de nuevo en dirección a la puerta.
Solo pudo intentarlo, porque de nuevo se encontró con él bloqueando su
avance.
—Por favor —insistió Galloway.
Turbada, buscó en los ojos de su asaltante una respuesta a lo que estaba
ocurriendo. ¡Y qué intenso sentimiento encontró en su mirada! Me estremecí con
Jane y recordé los besos de Duncan. Todos ellos. Intuí que estaba a punto de
suceder.
—Míreme, Jane, y dígame si de verdad quiere que deje de retenerla, si desea
que abandone esta habitación ahora mismo. Porque le juro que lo haré y no
volverá a verme. Me iré lejos de Tyne Park mañana a primera hora y no regresaré
hasta que me comuniquen su marcha de estas tierras. Así usted no tendrá que
soportar más mi presencia ni yo su repudio.
Ella no se movió ni un milímetro. Cómo hacerlo si apenas podía respirar.
Robert se le acercó aún más.
—No me mire así, por favor… —le reclamó ella intentando ocultar bajo una
mano el escote de su camisón de batista, del que de repente fue consciente.
Robert le asió esa misma mano y fue a llevársela a los labios…, pero en el
último momento cambió de idea y, con un hábil movimiento, la atrajo hacia sí
para que sus bocas se encontraran en un beso íntimo y delicado. Pausado y
cálido.
Cuando se separaron, ella tenía cara de susto y felicidad.
—No es mi hermano Percy el Galloway que tendrá el honor de esposarse
contigo. Si es que decides aceptarme… —Jane no respondió, pero la sonrisa que
Robert leyó en el rostro de su amada le renovó los ánimos para proseguir con su
vehemente discurso—: Confío en que no me obligues a raptarte —bromeó—. En este
instante incluso me veo capaz de bajar al salón y comprometer tu reputación
ante nuestros invitados con una mentira: les diré a todos que acabo de robarte
lo que ya no te podré devolver —aseguró mientras lanzaba una mirada resuelta al
lecho de Jane. «¿Estará hablando en serio?», se preocupó ella—. Sin duda el
escándalo serviría de sustento a las chismosas del condado durante meses; pero
el compromiso entre los dos sería un hecho esta misma noche, y eso es lo único
que me importa.
—No será capaz… —lo retó ella alarmantemente sonrojada por el beso y por
las amenazas de Galloway.
—Ponme a prueba —replicó él con aire jovial, y, tras unos segundos de
reflexión, añadió—: Sabe que nunca haría nada que pudiera lastimarla. Pero sí
es cierto que la necesito. Debe ser mía y permitir que yo sea suyo. ¿Se
apiadará de mí? ¿De un hombre que ya le pertenece en cuerpo y alma? —Su gesto
era ahora grave, casi suplicante, porque las palabras acababan de abandonar el
terreno de juego de la seducción para entrar en el de los sentimientos. Jane se
extrañó de que pareciera inseguro. Robert nunca parecía inseguro—. No puedo
permitirme su rechazo: me convertiría en el hombre más desdichado del mundo,
además de condenarme a vagar en soledad durante lo que me resta de vida.
¿Quién diablos eres? – Raquel de la Morena
Gracias por compartir estos pequeños fragmentos de los libros me haces siempre querer leerlos jeje
ResponderEliminarBesos =)
¡Hola! Me parece una escena maravillosa y perfecta. Dan ganas de leer el libro >.<
ResponderEliminar¡Besos!
Holaaa, qué genial escena, me intriga el librito porque se ven muy bonito esos personajes :D
ResponderEliminar¡Beesos! :3
hola,
ResponderEliminarme gustó mucho este libro, como me gusta este fragmento
Besotesssssssssssssssss