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martes, 7 de junio de 2022

La señora Potter no es exactamente Santa Claus - Laura Fernández


Sinopsis

La fama de la desapacible Kimberly Clark Weymouth, una pequeña ciudad eternamente aquejada por heladas ventiscas y mucha nieve, y donde Louise Feldman ambientó el clásico infantil La señora Potter no es exactamente Santa Claus, permitió a Randal Peltzer abrir una exitosa tienda de souvenirs. Cada día, la ciudad recibe a lectores de la excéntrica escritora y, a regañadientes, vive de ella. Pero ¿qué pasaría si, harto de un destino que no ha elegido, Billy, hijo de Randal, decidiese cerrar la tienda para mudarse a otra ciudad? ¿Podría Kimberly Clark Weymouth permitirse dejar de ser el lugar que ha sido siempre y convertirse en otra cosa? Bajo la exuberante prosa y la imaginación sin límites de Laura Fernández, se esconde una sólida historia sobre la maternidad, la creación y la renuncia, el arte como refugio y la soledad del incomprendido, en este cruce entre una novela de Roahl Dahl para adultos y un alocado y digresivo T.C. Boyle que hubiera leído más de la cuenta a Joy Williams. La señora Potter no es exactamente Santa Claus pretende hacer saltar por los aires la sola idea de la existencia del relato, o del relato único de aquello que somos, porque si algo somos es una infinidad de posibilidades.

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Kimberly Clark Weymouth, menudo pueblo de locos. Literalmente.

Cuando vi este libro me llamó mucho la atención por el título y la portada, por lo que me hice con él y menudo tochal. A los dos capítulos de empezar a leer ya me di cuenta de que me iba a costar leerlo y mucho más terminarlo. No por la historia (porque es interesante) sino por la forma en que está narrado tooooodo este libro.

Porque La señora Potter no es exactamente Santa Claus está narrado de una forma caótica y sin resumir ni una palabra de lo que le pasara por la mente a la autora, Laura Fernández. No escatima en detalles de todos y cada uno de los personajes que habitan en este pueblo (o pasan por allí) en el que está ambientada esta novela, por poca relevancia que tenga en la trama.

Los capítulos no son muy largos (gracias a los dioses), pero están llenos de párrafos interminables, con diálogos insertados ahí mismo (reales o pensamientos de los personajes) y llenos de onomatopeyas en mayúsculas y entre paréntesis. Hay también muchas palabras y frases en mayúsculas y entre paréntesis, paréntesis que no he terminado de entender. Supongo que sería para darle mas énfasis. Os dejo un ejemplo:

 

La postal por la que la escritora se había sentido irremediablemente atraída giraba en la estantería giratoria que aquella tal (LOU) había colocado junto a la caja registradora, y mostraba, sí, a tres diminutos esquiadores, con sus diminutos gorros y sus diminutas bufandas, sus diminutos esquís y sus diminutos guantes, bajando por la blanquísima ladera de una montaña, una pista, rodeada de árboles. De fondo, se intuía una acogedora cabaña. En el tiempo que aquella tal (LOU) empleó en dirigirse a la caja registradora y pulsar lo que demonios tuviese que pulsar para cobrarle el emparedado y el café, la escritora viajó hasta aquella cabaña y recostó su tumultuosa cabeza en el sillón afelpado que alguien había colocado junto a la chimenea, en cuyo interior crepitaba un fuego. Y cuando abrió los ojos, vio aquella escena, la escena de los esquiadores, el descenso, desde el otro lado, desde el interior de aquella cabaña, y pudo oírles gritar (¡UUAAAAUUUU!) y (¡ESTO ES LA MOOOONDA, JAKE!), gritaban (¿NO VAMOS DEMASIADO RÁPIDO?) y (¿DÓNDE ESTÁ JANE?) (¡JAAAAAAANE!), y a Louise, al instante, la embargó una profunda sensación de paz, la clase de sensación de paz con la que sólo un viajero incansable puede llegar a toparse alguna vez, esto es, la de alguien que jamás se ha sentido en casa sintiéndose en casa por primera vez. En adelante, la escritora se teletransportaría en más de una ocasión a aquel sillón afelpado y volvería a contemplar la escena, y de allí, de aquella cabaña acogedora, saldrían al menos tres de sus novelas, pero sólo una de ellas, la primera, contendría una escena que sucedería en la cafetería de aquella (LOU), y que describiría, en un párrafo aparentemente sin importancia, cómo se había acercado, un cigarrillo apagado colgando del labio, la cartera, una cartera decididamente masculina en la mano, los ojos ligeramente pintados, el pelo, corto y revuelto, a la caja registradora para pagar su café y aquel emparedado de chocolate, un emparedado reseco y aburrido, y que, al hacerlo, había visto aquel puñado de postales navideñas amontonadas en aquella pequeña estantería giratoria, un puñado de postales que parecían llevar demasiado tiempo esperando, y cómo había estado ojeándolas, y se había finalmente teletransportado a una de ellas mientras la camarera, Alice, Alice Potter, parloteaba con un tipo en la barra, hablaban del tiempo, del tiempo siempre desapacible de Kimberly Clark Weymouth, y finalmente, después de todo aquel (OJEAR) había decidido llevarse una de aquellas postales, no una postal cualquiera sino la única que había logrado teletransportarla a algún lugar.

Fijaos si a la autora le gusta escribir que los títulos de los capítulos son resúmenes de lo que va a pasar en dicho capítulo. Y para muestra un botón:


En el que aparece por primera vez Stumpy Mac­Phail y, también, una madre que cree que su hijo está (TIRANDO SU VIDA POR LA BORDA) y, por supuesto, la rara y sin embargo famosa Louise Cassidy Feldman, autora de La señora Potter no es exactamente Santa Claus

La historia del libro viene a ser, resumiendo mucho, que en este pueblo hay una tienda de souvenirs dedicada a un libro infantil que una escritora escribió ambientado allí. Que bien me explico, ¿verdad? El caso es que el dueño de esta tienda está harto del pueblo y la quiere vender porque se quiere largar de allí, pero los vecinos no quieren ni oír del tema de cerrar la tienda porque perderían su oferta de turismo. Para esto las casi 600 páginas de las que consta el libro.

A mitad del libro me empecé a desesperar porque en todos los capítulos me perdía al ir saltando de una cosa a otra. Y es por esto por lo que me lo he ido leyendo a dosis pequeñas de un par de capítulos al día para no coger un empacho. Y todo porque la historia me tenía un poco intrigada. Pero como se estaba alargando mucho la cosa decidí que me lo terminaba y le di un achuchón hasta acabar.

La señora Potter no es exactamente Santa Claus es un libro al que le tenía muchas expectativas, pero la cosa no ha salido bien. No ha sido para mí y eso que la historia prometía y he continuado hasta el final porque me picaba la curiosidad. Me hubiera gustado que me encantara, pero no ha sido así y bien que lo siento porque un pueblo como el que se describe en el libro, con ventiscas y nevadas todo el año es mi paraíso ya que no soporto el calor y era un soplo de aire fresco para estos calores adelantados que estamos teniendo.

¿Lo conocíais?

¿Lo habéis leído? ¿Os llama la atención?

Contadme

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5 comentarios:

  1. Hola guapa 😘
    No sé si aguantaría hasta el final un libro que parece tan caótico; aunque la idea no sea mala, lo mismo no sería capaz de terminarlo.
    Besos 😘

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  2. Pues cada vez que leo una reseña de esta novela me quedo un poco igual que antes de leerla porque cada una de las lectoras contáis cosas distintas y os gusta mucho o la odiáis un montón. La compré en navidades y ahí sigue, en mi estantería, algún día tendré que salir de dudas, ya te contaré. Besos.

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  3. Gracias por la reseña. Esta vez lo dejo pasar. Un beso.

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  4. ¡Hola!

    Madre mía vaya caos de libro, la verdad es que no he entendido nada de lo que trata, no me extraña que se te haya hecho cuesta arriba. Me había llamado también por la portada y el título, pero nada, pasando.

    ¡besotes!

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  5. Pues ha recibido unas críticas excepcionales, pero fíate tu de quienes vienen. Besos

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