—¿Por qué no puedes dejar de hablar?
Jason descendió la mirada hasta
esos labios que se movían.
Inspiró hondo, llevándose el aroma de su colonia afrutada.
—Así que, en teoría…
Y entonces la besó. No se paró a plantearse si hacerlo estaba bien o mal, ni si era la peor idea de toda
su vida; simplemente lo hizo por impulso, como no hacía nada más, y sintió una extraña satisfacción cuando el silencio, al fin, los envolvió. Los labios de
Autumn estaban tensos e inmóviles, pero eran suaves e,
incomprensiblemente, él tuvo ganas de hundir la lengua en ellos y separarlos
con delicadeza. Se apartó como si quemase en cuanto
ese pensamiento lo azotó.
—¿Has perdido la cabeza? —gritó ella.
—Eso parece… —Y lo decía en serio.
Autumn se acarició con la punta de
los dedos el labio inferior mientras él se daba la vuelta y proseguía con la incansable búsqueda como si no acabase
de besarla.
—¿No piensas decir «lo siento»?
—¿Te ha parecido un beso horrible?
—No, ¡sí!, ¡claro que sí! Pero esa no es la cuestión.
Jason se agachó y miró debajo de una butaca antes de incorporarse. Ella lo siguió cuando entró en el dormitorio que creía que había sido de Miranda, porque
el armario que habían dejado, y que ahora
estaba lleno de humedades, era blanco con ribetes de color salmón y las paredes estaban pintadas de rosa.
—¿Los besos no significan nada para ti?
—Claro que sí. Significan
«silencio».
—Muy gracioso. —Se cruzó de brazos.
Él suspiró hondo y se paró delante de ella.
—¿Qué quieres que te diga? Sí, lo siento. No sé en qué estaba pensando. —Pero, mientras hablaba, sus
ojos volvieron a desviarse otra vez hasta esos labios entreabiertos, húmedos y perfectos. ¿Qué le estaba ocurriendo? Sacudió la cabeza.
—Pensarías en mí, al menos —replicó ella.
—¿Cómo dices? —Jason parpadeó confuso.
—Nada. Solo que, si me has besado, es lo lógico.
—Ni siquiera sé a dónde quieres ir a
parar…
—Intento aclarar las cosas, evidentemente.
—Pues te aseguro que no lo estás consiguiendo.
—Probemos de nuevo, a ver quién tiene razón.
Antes de que Jason pudiese retomar su camino, Autumn se
inclinó hacia él y sus labios se
unieron otra vez. Y fue un beso furioso, pero lejos de dejar que se alejase, él
sintió la necesidad de retenerla
contra su cuerpo y la ropa todavía mojada. Autumn se
sorprendió cuando las manos de Jason
se posaron en su espalda y su boca se movió sobre la suya,
porque justo en ese instante el corazón empezó a latirle a trompicones traicionando su firme intención de dar un paso atrás de inmediato. Por suerte,
no le hizo falta hacerlo; antes de que pudiese empezar a asimilar lo que estaba
ocurriendo, Jason se apartó e inspiró con fuerza, como si hubiese estado conteniendo la respiración durante el beso. La linterna estaba en el suelo enfocando la pared de
enfrente.
—Joder —susurró en medio de la
oscuridad.
Ella, en cambio y por primera vez en mucho tiempo, se había quedado sin palabras. Tuvo que hacer un esfuerzo para ignorar las ganas
que tenía de volver a besarlo,
porque había sido similar al leve
estallido que precede en los fuegos artificiales la caída de una lluvia de luces.
Carraspeó antes de hablar.
—Buscabas unas llaves.
—Buscaba… —repitió con la voz ronca y
un segundo después sus bocas se unieron por tercera vez consecutiva.
Autumn cerró los ojos cuando
sintió su lengua acariciándole el labio inferior, instándola a dejarle
entrar, tentándola. Un jadeo agitado
escapó de su garganta cuando lo
hizo y se coló en la humedad de su boca.
Sus besos eran perfectos; lentos pero intensos, firmes pero suaves. Y Autumn se
dejó llevar por el placer de sus caricias, confundida y excitada, como si fuese
un chico que acababa de conocer en un local de copas tras una interesante
conversación y no el que pretendía derribar uno de los lugares que más le importaban del
mundo. Recordó algo que había pensado aquella misma mañana: lo agradable que sería hundir los dedos en su pelo rubio y despeinarlo, o verlo al despertar,
cuando aún no hubiese tenido tiempo
de colocar cada mechón en el lugar adecuado. Así que lo hizo. Alzó la mano y le acarició el cabello húmedo por culpa de la lluvia
que caía fuera, sobre la ciudad,
aniquilando esa armonía.
—Esto no es normal… —susurró Jason cuando sus
labios descendieron por su barbilla hasta encontrar el pulso que latía descontrolado en la garganta. Y tuvo ganas de mordisquear la piel
aterciopelada y lamerla de arriba abajo.
Jason no recordaba haber sentido nada igual.
De hecho, tampoco pensaba que fuese a sentirlo nunca, ni
mucho menos en ese momento, cuando lo único que había pretendido era conseguir que parase de hablar. Y unos minutos más tarde, ahí estaba, volviéndose
completamente loco, deseando bajar la cremallera de ese vestido como no había deseado nada más en toda su vida. Estaba
tan excitado que los pantalones le molestaban, algo que ella descubrió en cuanto la empujó contra la pared más cercana y su cuerpo se frotó contra el suyo con
un atormentado balanceo, como si estuviesen haciéndolo allí mismo con la ropa puesta.
Le tomó la nuca y la besó con más dureza.
13 locuras para enamorarte
– Alice Kellen
¡Hola! =)
ResponderEliminarGracias por la escena, no he leído el libro :P
Un besito! ^^
hola,
ResponderEliminarque fragmento mas bonito has puesto, este libro me gusto mucho y me gusta recordarlo
Besotessssssssssssssss
Hola Neftis, oh que bonita escena! tengo pendiente este libro.
ResponderEliminarGracias por compartirlo
un beso
Hola!
ResponderEliminarMe encanta esta sección, creo que ya te lo he dicho más veces jeje. Y de este beso he disfrutado el doble porque "13 locuras que regalarte" ha sido mi última lectura.
Un besín
Me encantó este libro. Está lleno de escenas tan bonitas como la que nos acabas de dejar. Sin duda recomendadísimo. Toda la saga en realidad.
ResponderEliminarY dí que sí, eso sí es una buena forma de mantener el silencio, hay mejores cosas en las que utilizar los labios.
Un beso.