—Si te es indiferente, y todo el mundo piensa que somos amantes, seámoslo.
Sabía que se había lanzado de cabeza y sin red. Pero después de haberla
tenido entre sus brazos, saboreado sus besos y comprender cuánto le gustaba… El
recuerdo de aquellos breves instantes ocupaba todos y cada uno de sus
pensamientos.
—No eres el único interesado. Lo tendré que pensar —dijo con indiferencia.
Intentó rodearlo, pero él la tomó por la cintura y la pegó a su cuerpo.
—¿Quién? —exigió cuando el sentimiento amargo de los celos lo mordió como
una serpiente venenosa y extendió su ponzoña.
—No es asunto tuyo, Cameron.
—¿El nuevo marqués? —continuó él—. Ese hombre no es trigo limpio. Busca
acercarse a ti para su propio beneficio económico.
—¿Insinúas que no puedo agradarle? ¿Que no me desearía en su cama?
—Cualquiera en su sano juicio lo haría —la apretó con más fuerza y subió
una mano hasta enredarla en su cabello trenzado para inclinarle la cabeza—. Y
yo perdería el mío si eso sucediese.
Jamás había necesitado tanto besar a alguien. Fue casi como encontrar un
manantial para el sediento, un manjar para el hambriento o un te quiero para un
alma enamorada. Dominó sus labios como deseaba controlar sus desatados
instintos. Absorbió sus jadeos y la arrastró hasta sentarla sobre uno de los
bancos de madera, preparados para albergar plantas, pero vacíos de momento.
Necesitaba convencerla de que él era su única opción, como ella era la suya.
Así le fuera la vida en ello.
Una vez más, Maddison se dejó arrastrar por aquella pasión cegadora. Con
cada beso, roce de su lengua o caricia de sus manos sobre su piel la estimulaba
más. Lejos de calmarla, encendía su cuerpo, adormilado y acostumbrado a otro
tipo de contacto físico. Pese al frío, sintió que la ropa estorbaba. La de
ambos. Entre besos, tiró del pañuelo del cuello de Cameron que cayó al suelo en
una cadencia silenciosa. Desabotonó con dedos torpes el cuello de la camisa y
luchó por abandonar sus labios para posarlos donde el pulso le latía desbocado.
El sonido ronco de su voz le proporcionó el placer de saber que podía controlar
a aquel hombre. Que tenía en sus manos el dominio de su placer. Presionó con la
lengua y apretó con sutileza los dientes hasta que lo sintió estremecer.
Cameron subió las manos por la cintura hasta el borde del corsé y con los
pulgares rozó sus pechos. Escuchar las exhalaciones de Maddison borró todo
rastro de sentido de común. Frustrado, deseó deshacerse de todos los refajos
que se interponían entre ellos y, con más brusquedad de la que debiera, comenzó
a subir su falda hasta presionar con su entrepierna el centro de su sexo. Fue
un alivio insuficiente y una tortura excesiva a la vez.
—Me volveré loco si no te tengo.
Te regalaré pensamientos – Tessa C. Martín
Hola ^^
ResponderEliminarTengo este libro pendientes y me llama mucho, pero he tenido hace poco un encontronazo con un libro de la autora así que ahora estoy un poco reticente xD a ver si pasa algo de tiempo y me animo jeje
Que fragmento mas ❤️
ResponderEliminarHOLAAAAA
ResponderEliminarNo lo conocia y con ese fragmento quede :o
me lo apunto!
Holaaaa =)
ResponderEliminarMe gustaaaa :D
¡Felices fiestas! ^^
Hola, un extracto de lo más interesante anima a leerlo ejje chao
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