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viernes, 11 de enero de 2019

Besos de libro #225 A contrarreloj (III)



Fue hasta la cocina y se detuvo antes de llegar a la puerta.
Un sonido inconfundible lo dejó clavado al suelo.
Un gemido.
Un gemido de auténtico placer. Un gemido que él había oído con anterioridad y que consiguió encenderle la sangre.
Se acercó hasta la puerta y se apoyó contra la jamba con los brazos cruzados sobre el pecho.
Sentada en un taburete junto a la isla de la cocina, Andrea devoraba la última porción del pastel de chocolate que había preparado Germán. Y mientras tanto, en el fregadero, una montaña de platos aguardaba el momento de sumergirse en un baño de jabón. Andrea hundió una cuchara sopera en la esponjosa mezcla y se llevó un gran trozo a la boca.
—Mmmm... —ronroneó—. Eres deliciosa.
Luc cerró los ojos y saboreó el sonido con ella. Aquella costumbre de hablarle a la comida lo ponía a cien.
Andrea comió otro trozo y otro más y con cada uno de ellos emitió un nuevo jadeo de placer. Verla comer estaba resultando mucho más erótico que cualquiera de las relaciones que había mantenido a lo largo de su vida.
Dejó la cuchara sobre el plato y se acercó a la nevera. La abrió y metió la cabeza en el interior, doblándose para acceder a los estantes inferiores y ofreciéndole una vista soberbia de su precioso trasero enfundado en un par de vaqueros enloquecedores.
Lo estaba excitando sin ser consciente de ello. Pero Luc decidió no hacer nada al respecto. Decidió esperar, seguir observándola y ver qué más podía ofrecerle.
Por suerte, ella aún no había terminado de tentarlo.
Se incorporó con un bote de pepinillos en la mano y volvió a sentarse en el taburete. Luchó con la tapa durante unos segundos y él estuvo a punto de delatar su presencia y demostrarle toda su fuerza abriendo aquel bote. Pero ella no necesitaba ayuda. Al fin retiró la tapa, extrajo un pepinillo de unos cinco centímetros y se lo metió en la boca.
Cuando lo mordió y exhaló un nuevo gemido, Luc estuvo a punto de perder el control.
—No me digas que te he dejado preñada la primera vez que lo hacemos sin condón.
Andrea se atragantó al descubrir su presencia. Tosió varias veces y el pepinillo resbaló de sus dedos y cayó al suelo. Luc se sentó en un taburete junto a ella y le dio unos golpecitos en la espalda.
—Me has... dado un susto de muerte.
—Y he arruinado tu fiesta culinaria particular. ¿Por qué no has comido durante la cena?
—Porque entonces no tenía hambre. Pero trabajar me abre el apetito.
Luc echó un vistazo a los platos sin fregar y sonrió.
—¿Y bien? ¿Será niño o niña? Tal vez deberíamos esperar, pero semejante antojo solo puede significar que di en la diana en nuestra primera sesión de sexo telefónico.
—¿Lo dices porque me gusta mezclar el dulce y el vinagre? En realidad, desde que era pequeña tengo la ridícula esperanza de que, si como algo avinagrado después de los dulces, el vinagre se comerá toda la grasa evitando que se aferre a mis muslos.
—Tus muslos son perfectos.
—No lo serán después de dar a luz.
Luc cogió la cuchara y se comió un pedazo de pastel.
—Eh, esa tarta es mía y de mi bebé. Además, sabes que no me gusta compartir el postre.
—Las manos quietas. —Apartó el plato cuando ella intentó arrebatárselo—. Ahora la tarta es mía. Si la quieres, tendrás que compensarme por el incidente del muérdago, del que no volveremos a hablar nunca.
Andrea sonrió.
—¿Cómo quieres que te compense?
—De tres formas diferentes. Primera: renunciando a algo que quieres. Así que se acabó la tarta. Y también los pepinillos.
Andrea gimió cuando él le quitó todas sus provisiones, pero se mostró resignada.
—Había terminado con ellos de todas formas.
—Bien. Segunda forma: dándome algo que yo quiero.
—¿Como qué?
—Un beso.
Andrea se inclinó y lo besó en la mejilla. Un beso casto, fraternal. Nada comprometedor. Pero antes de que pudiera retirarse, Luc la sujetó, aferrándola por el brazo.
—No, así no. Uno con lengua y la boca abierta.
—Luc... Podría entrar alguien —respondió ella, mirando hacia la puerta.
—Eso no era lo que decías anoche.
—¿En serio? No recuerdo nada...
Luc tiró de ella, la puso en pie y la colocó entre sus piernas. Tenía que levantar la cabeza para mirarla, pero así podía sentirla justo donde quería.
—Déjame que te refresque la memoria. Decías: «Sí, más fuerte, más rápido.»
—Luc...
—Sí, eso también. Y: «Sigue así, no pares.»
—Oh, Dios...
—Y mi parte favorita: «Métem...»
Andrea lo besó para silenciarlo. Para evitar que repitiera las palabras que la noche anterior lo habían conducido a un orgasmo arrollador. Su beso fue profundo, erótico, perfecto. Le enredó las manos en el pelo y Luc pudo paladear en su lengua la dulzura del chocolate y el vinagre de los pepinillos.
—Me encanta tu sabor... —gimió.
Ella intentó zafarse, pero él la sostuvo en su lugar.
—Si entra alguien...
—Tengo muy buen oído.
Y la besó de nuevo, metiéndole las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros, encendiéndolos a ambos y empujándolos hacia el precipicio donde desaparecía el control.
—Tranquila —dijo, separándose un poco, pero sin dejar de tocarla—. Y ahora pasemos a la tercera prenda.
—Sé bueno.
—Ni hablar. Se trata de empatar el marcador. Me has convertido en el protagonista de un episodio que mi hermano me recordará durante el resto de mi vida, así que lo justo es que tú pases por algo semejante.
—Vamos, Luc. Ha sido un besito de nada.
—No ha sido un besito de nada.
Andrea lo besó de nuevo. Otro simple roce de labios.
—¿Ves? Borrado.
—No vas a distraerme con tus besos.
—¿Seguro?
Otro beso más. Pero esta vez usó todo su cuerpo para enloquecerlo. Se apretó contra él y lo sedujo con su lengua, con sus caricias, con su olor y con los sonidos que dejó escapar cuando él respondió a ese beso con un hambre insaciable.
Ella fue la primera en retirarse y Luc vio en sus pupilas el reflejo de su propio deseo.
—¿He conseguido distraerte? —preguntó ella mientras le acariciaba la nuca.
—No me acuerdo ni de mi nombre.
—¿Tampoco del beso con Maxime?
—El único beso que recuerdo es el que me acabas de dar.
—Entonces, ¿estoy perdonada?
—Sí. Pero más vale que me hayas comprado un regalo realmente estupendo que me compense por ese episodio que acabo de olvidar.

A contrarrelojLaura Esparza
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4 comentarios:

  1. Hola! Escena a lo 9 semanas y media, mezclando comida con erotismo. Besos!

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  2. hola,
    este libro me lo regalaron hace un par de años por mi cumple, y aun no lo he leido :(... a ver si lo hago pronto porque el fragmento me ha encantado
    Besotessssssssssssssssss

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  3. Hola!!
    No he leido este libro a pesar de que me lo recomendaron y se leyó en el club de lectura de Sevilla. Pero la verdad es que no me llamaba nada la atención no me preguntes por qué.

    Un beso!

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  4. Siempre lo digo, pero me encanta esta sección
    Besos

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