Fue hasta la cocina y se
detuvo antes de llegar a la puerta.
Un sonido inconfundible lo
dejó
clavado al suelo.
Un gemido.
Un gemido de auténtico
placer. Un gemido que él había oído con anterioridad y que consiguió encenderle la sangre.
Se acercó hasta la puerta y se apoyó contra la jamba con los brazos
cruzados sobre el pecho.
Sentada en un taburete
junto a la isla de la cocina, Andrea devoraba la última porción del pastel de chocolate que había preparado Germán. Y mientras tanto, en el fregadero,
una montaña
de platos aguardaba el momento de sumergirse en un baño de jabón. Andrea hundió una cuchara sopera en la esponjosa mezcla y se llevó un gran trozo a la boca.
—Mmmm... —ronroneó—. Eres deliciosa.
Luc cerró los ojos y saboreó el sonido con ella. Aquella costumbre
de hablarle a la comida lo ponía a
cien.
Andrea comió otro trozo y otro más y con cada uno de ellos emitió un nuevo jadeo de placer. Verla comer
estaba resultando mucho más
erótico
que cualquiera de las relaciones que había mantenido a lo largo de su vida.
Dejó la cuchara sobre el plato y se acercó a la nevera. La abrió y metió la cabeza en el interior, doblándose para acceder a los estantes
inferiores y ofreciéndole una vista soberbia de su precioso trasero enfundado
en un par de vaqueros enloquecedores.
Lo estaba excitando sin ser
consciente de ello. Pero Luc decidió no hacer nada al respecto. Decidió esperar, seguir observándola y ver qué más podía ofrecerle.
Por suerte, ella aún no había terminado de tentarlo.
Se incorporó con un bote de pepinillos en la mano y
volvió a
sentarse en el taburete. Luchó
con la tapa durante unos segundos y él estuvo a punto de delatar su presencia y
demostrarle toda su fuerza abriendo aquel bote. Pero ella no necesitaba ayuda.
Al fin retiró la
tapa, extrajo un pepinillo de unos cinco centímetros y se lo metió en la boca.
Cuando lo mordió y exhaló un nuevo gemido, Luc estuvo a punto de perder el
control.
—No me digas que te he
dejado preñada
la primera vez que lo hacemos sin condón.
Andrea se atragantó al descubrir su presencia. Tosió varias veces y el pepinillo resbaló de sus dedos y cayó al suelo. Luc se sentó en un taburete junto a ella y le dio
unos golpecitos en la espalda.
—Me has... dado un susto de
muerte.
—Y he arruinado tu fiesta
culinaria particular. ¿Por qué no has comido durante la cena?
—Porque entonces no tenía hambre. Pero trabajar me abre el
apetito.
Luc echó un vistazo a los platos sin fregar y
sonrió.
—¿Y bien? ¿Será niño o niña?
Tal vez deberíamos
esperar, pero semejante antojo solo puede significar que di en la diana en
nuestra primera sesión
de sexo telefónico.
—¿Lo dices porque me gusta
mezclar el dulce y el vinagre? En realidad, desde que era pequeña tengo la ridícula esperanza de que, si como algo
avinagrado después de los dulces, el vinagre se comerá toda la grasa evitando que se aferre a
mis muslos.
—Tus muslos son perfectos.
—No lo serán después de dar a luz.
Luc cogió la cuchara y se comió un pedazo de pastel.
—Eh, esa tarta es mía y de mi bebé. Además, sabes que no me gusta compartir el
postre.
—Las manos quietas. —Apartó el plato cuando ella intentó arrebatárselo—. Ahora la tarta es mía. Si la quieres, tendrás que compensarme por el incidente del muérdago, del que
no volveremos a hablar nunca.
Andrea sonrió.
—¿Cómo quieres que te compense?
—De tres formas diferentes.
Primera: renunciando a algo que quieres. Así que se acabó la tarta. Y también los pepinillos.
Andrea gimió cuando él le quitó todas sus provisiones, pero se mostró resignada.
—Había terminado con ellos de todas formas.
—Bien. Segunda forma: dándome algo que yo quiero.
—¿Como qué?
—Un beso.
Andrea se inclinó y lo besó en la mejilla. Un beso casto, fraternal. Nada
comprometedor. Pero antes de que pudiera retirarse, Luc la sujetó, aferrándola por el brazo.
—No, así no. Uno con lengua y la boca abierta.
—Luc... Podría entrar alguien —respondió ella, mirando hacia la puerta.
—Eso no era lo que decías anoche.
—¿En serio? No recuerdo
nada...
Luc tiró de ella, la puso en pie y la colocó entre sus piernas. Tenía que levantar la cabeza para mirarla,
pero así
podía
sentirla justo donde quería.
—Déjame que te refresque la
memoria. Decías:
«Sí, más fuerte, más rápido.»
—Luc...
—Sí, eso también. Y: «Sigue así, no pares.»
—Oh, Dios...
—Y mi parte favorita:
«Métem...»
Andrea lo besó para silenciarlo. Para evitar que
repitiera las palabras que la noche anterior lo habían conducido a un orgasmo arrollador.
Su beso fue profundo, erótico,
perfecto. Le enredó
las manos en el pelo y Luc pudo paladear en su lengua la dulzura del chocolate
y el vinagre de los pepinillos.
—Me encanta tu sabor...
—gimió.
Ella intentó zafarse, pero él la sostuvo en su
lugar.
—Si entra alguien...
—Tengo muy buen oído.
Y la besó de nuevo, metiéndole las manos en los
bolsillos traseros de los vaqueros, encendiéndolos a ambos y empujándolos hacia el precipicio donde
desaparecía
el control.
—Tranquila —dijo, separándose un poco, pero sin dejar de
tocarla—. Y ahora pasemos a la tercera prenda.
—Sé bueno.
—Ni hablar. Se trata de
empatar el marcador. Me has convertido en el protagonista de un episodio que mi
hermano me recordará
durante el resto de mi vida, así
que lo justo es que tú
pases por algo semejante.
—Vamos, Luc. Ha sido un
besito de nada.
—No ha sido un besito de
nada.
Andrea lo besó de nuevo. Otro simple roce de labios.
—¿Ves? Borrado.
—No vas a distraerme con
tus besos.
—¿Seguro?
Otro beso más. Pero esta vez usó todo su cuerpo para enloquecerlo. Se
apretó
contra él y lo sedujo con su lengua, con sus caricias, con su olor y con los
sonidos que dejó
escapar cuando él respondió a
ese beso con un hambre insaciable.
Ella fue la primera en
retirarse y Luc vio en sus pupilas el reflejo de su propio deseo.
—¿He conseguido distraerte?
—preguntó
ella mientras le acariciaba la nuca.
—No me acuerdo ni de mi
nombre.
—¿Tampoco del beso con
Maxime?
—El único beso que recuerdo es el que me
acabas de dar.
—Entonces, ¿estoy
perdonada?
—Sí. Pero más vale que me hayas comprado un regalo realmente
estupendo que me compense por ese episodio que acabo de olvidar.
A contrarreloj – Laura
Esparza
Hola! Escena a lo 9 semanas y media, mezclando comida con erotismo. Besos!
ResponderEliminarhola,
ResponderEliminareste libro me lo regalaron hace un par de años por mi cumple, y aun no lo he leido :(... a ver si lo hago pronto porque el fragmento me ha encantado
Besotessssssssssssssssss
Hola!!
ResponderEliminarNo he leido este libro a pesar de que me lo recomendaron y se leyó en el club de lectura de Sevilla. Pero la verdad es que no me llamaba nada la atención no me preguntes por qué.
Un beso!
Siempre lo digo, pero me encanta esta sección
ResponderEliminarBesos