Abrí los ojos, tomé aire y con la vista clavada en los azulejos frente a
mí, le pregunté en voz baja:
—¿Qué estamos haciendo, Ethan?
—No lo sé. —Acarició mi sien con su rasposa barbilla y me incliné hacia él.
Necesitando más. Demandando más—. Que me condenen si tengo alguna jodida idea
de lo que está ocurriendo. Solo sé que quiero estar aquí.
Dios, yo también lo quería.
Dio un pequeño apretón a mis dedos antes de deslizar las manos en una suave
y tortuosa caricia ascendente, pasando por mis brazos, mis hombros… y después
continuó bajando hasta anclarlas a cada lado de mis caderas. Acercó la nariz a
mi cabello e inhaló profundamente. Dejó la frente apoyada sobre mi coronilla
mientras su respiración se volvía más agitada.
—Ethan… —musité con voz entrecortada. Cuando le escuché murmurar un
frustrado «joder», no pude resistirlo más y me giré para mirarlo. Necesitaba
alguna guía, algo, lo que fuese que me ayudase a decidir. A actuar. Y no podía
pensar en nada mejor que en sus ojos, aquellos que siempre me decían todo
aquello que las palabras no eran capaces de expresar.
Me puse de puntillas y coloqué mis manos a cada lado de sus mejillas en una
tierna caricia. Adoraba la sensación de su barba raspando mi piel. Cuando cerró
los ojos, decidí probar. Quise tomar aquello que llevaba semanas anhelando. Me
arriesgué y rocé mis labios contra los suyos. Teniendo en cuenta que fue poco
más que un susurro, no sé si aquello se podría considerar un beso, pero así lo
sentí en lo más profundo de mi ser, como el más dulce reencuentro de todos los
tiempos. Miré su ceño fruncido, se veía como si estuviera sufriendo, pero quise
pensar que sentía lo mismo que yo: que en el supuesto de que aquello saliera de
la peor forma posible, lo tomaba como el más dulce de los castigos. Cerré los
ojos cuando sus manos rebuscaron hasta colarse bajo mi camiseta y se instalaron
en mi cintura con un firme, aunque suave, agarre. Piel con piel, me alimenté de
su calor. Cogí fuerzas con ese simple contacto y volví a rozar nuestros labios
para, acto seguido, morder con suavidad su labio inferior.
—Mia… —murmuró con voz ronca.
—¿Hmm? —Hice lo que llevaba soñando desde la noche que nos conocimos: besar
aquel dichoso hoyuelo. Raspé su barbilla con los dientes, siempre con suavidad.
Inhalé profundamente, alimentándome con su aroma, con aquella esencia que le
pertenecía a él en exclusiva y a la que me había vuelto adicta; dejé que mis
labios vagasen por su mentón, por el cuello y, apoyando las manos en su pecho,
me detuve en el hueco que conectaba con su hombro. Me deleité al percatarme de
que tenía la piel de gallina a causa de mis caricias. No podía tener suficiente
de él. Siempre fui una mujer precavida, pero aquella noche, en aquel preciso
momento, decidí lanzar por la ventana cualquier resquicio de prudencia.
—Mia —advirtió de nuevo cuando mis manos comenzaron a vagar por sus
pectorales. Hundí más la nariz en el hueco de su cuello y dejé escapar un
pequeño quejido cuando fueron sus manos las que comenzaron a moverse y a
explorar bajo la tela de mi camiseta—. Necesito que te detengas — gruñó cuando
mordisqueé su piel con suavidad—. Necesito que me digas que no.
Lo ignoré.
Chicago cops: Reed rendición – Sara Halley
¡Hola! :P
ResponderEliminarNo lo conocía pero agradezco lo que has compartido ^^
Besiiiitos =)
Holaa, pues se me hace bastante familiar el título del librito pero no la escena, sin embargo está bastante intensa :P
ResponderEliminar¡Beesos! :3
Hola! No he leído los libros aunque si los he visto mucho por las RRSS. Desde luego está escena deja con ganas de leer más. Besos!
ResponderEliminarHola preciosa!
ResponderEliminarNo he leído el libro pero si que me gusta mucho el beso que has compartido.
Feliz Domingo!
−Fantasy Violet−
Besotes! ♥
Holaaaaaaaaa!
ResponderEliminarPues no conocía la novela, pero me ha gustado el beso que nos has puesto.
Un besito, nos leemos^^
Ay, qué recuerdos ^^ Tengo que leer el segundo, que son una pareja que despiertan el interés desde el minuto uno :)
ResponderEliminarBesinos.