—¿Señorita Hathaway… está realmente segura de que el destino no ha tenido
nada que ver en nuestro encuentro de esta noche?
Ella no parecía poder respirar correctamente.
—Bas-bastante segura.
Su cabeza se inclinó.
—¿Y con toda probabilidad nunca nos reuniremos de nuevo?
—Nunca.
Él era demasiado grande, estaba demasiado cerca. Nerviosamente Amelia trató
de ordenar sus ideas, pero se dispersaban como cerillas desparramadas… y luego
les prendió fuego cuando su aliento tocó su mejilla.
—Espero que esté en lo cierto. Que Dios me ayude si alguna vez debo hacer
frente a las consecuencias.
—¿De qué? —Su voz era apenas perceptible.
—De esto. —Su mano se deslizó hacia su nuca y su boca cubrió la de ella.
Amelia había sido besada antes. No hacía mucho tiempo, en realidad, por un
hombre de quien había estado enamorada. El dolor de su traición había producido
una herida tan intensa, que había jurado que nunca más permitiría que ningún
hombre se le acercara de nuevo. Pero Cam Rohan no había pedido su
consentimiento, ni le había dado ninguna oportunidad para protestar. Se tensó y
le puso las manos en el pecho, presionando contra la dura superficie. Él
pareció notar su objeción, su boca era sutil e insistente. Uno de los brazos de
él se deslizó a su alrededor, tensándose ligeramente cuando la atrajo contra
los sólidos contornos de su cuerpo.
Con cada aliento ella aspiraba su intenso aroma, la dulzura del jabón de
cera de abejas, el indicio a sal de su piel. El poder flexible de su cuerpo la
rodeaba, y no pudo evitar relajarse contra él, permitirle sostenerla. Más
besos, uno comenzaba antes de que el otro terminase, húmedas e íntimas
caricias, latidos secretos de placer y promesa.
Con suave murmullo de extrañas palabras derramadas en sus oídos, Rohan
apartó su boca de la de ella. Sus labios vagaron a lo largo de la curva
ruborizada de su cuello, demorándose en los lugares más vulnerables. Sentía su
cuerpo inflamado bajo la ropa, el corsé le constreñía el desesperado
ensanchamiento de sus pulmones.
Se estremeció cuando él llegó a un lugar de exquisitas sensaciones y lo
tocó con la punta de la lengua. Como si su sabor fuera alguna especia exótica.
Un pulso se despertó en sus senos, su vientre y entre sus muslos. La inundó un
deseo atroz por apretarse contra él, quería liberarse de las capas y capas de
tela sofocante que componían su falda. Él era tan cuidadoso, tan suave…
La caída de una botella al suelo la sacudió de la neblina.
—No —ella se quedó sin aliento, ahora luchaba.
Rohan la soltó, sus manos la estabilizaron mientras intentaba recobrar el
equilibrio. Amelia se volvió ciegamente y se tambaleó hacia la puerta abierta
del carruaje. En todas partes en que la había tocado, sus nervios clamaban
deseando más. Mantuvo el rostro inclinado, agradecida de que su sombrero la ocultara.
Desesperada por escapar, Amelia subió al peldaño del carruaje. Antes de que
pudiera entrar, sin embargo, sintió las manos de Rohan en su cintura. Él la
sujetaba desde atrás, atrapándola lo bastante cerca como para susurrarle al
oído:
—Latcho drom.
Tuya a medianoche – Lisa Kleypas
Que pena que no te gustara mucho este libro porque a mi me encantó. Esa escena es muy bonita. Espero que alguno te llegue a gustar.
ResponderEliminarUn beso
Ayyy que bonito!!! amo este libro y me encantó esa escena ♥
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