—¿Y cómo exactamente os estoy mirando?
—Como si fuera un coco
maduro y desearais devorarme. Como si anhelarais volver a besarme o, mejor aún, que yo os besara.
—Os tenéis en muy alta
estima.
Pero, en cuanto él mencionó el beso, la sangre de Wilhelmina se
encendió y
comenzó a
burbujear. Los recuerdos de su primer encuentro atravesaron su mente, y tuvo
miedo de que él fuera capaz de ver también las pecaminosas imágenes que habían cobrado vida tras sus párpados.
—Parad. Ahora.
—¡No estoy haciendo nada!
—¿Eso creéis? Vuestra
respiración
se ha vuelto superficial. El pulso que os late en el cuello se ha acelerado. Y
el rubor os ha enrojecido las mejillas. Dejadlo ya.
—Dejad vos de mencionarlo y
quitaos de encima.
Pero él siguió sin moverse, y el cuerpo de Wilhelmina
se inflamó
con más
intensidad.
—Es una pésima idea…
—murmuró
él.
—Solo tenéis que soltarme.
—No es tan fácil.
—Claro que sí. Levantaos y apartaos de mí.
—Como si pudiera moverme a
mi antojo.
—Dijisteis que no deseabais
que volviera a besaros.
—Mentí.
—¿Mentisteis?
—Como un vulgar y maldito
bellaco.
Wilhelmina inspiró con fuerza y sus pechos empujaron
contra el corpiño,
amenazando con desbordarlo.
—Capitán… —murmuró.
—Al infierno con todo.
Con un gemido desesperado,
Blackhawk se apoderó de
su boca, de su cuerpo y de su alma. Fue un asalto a sus sentidos, y Wilhelmina
no pudo evitar perder la razón.
Aquello estaba mal. Ese
hombre era un delincuente, un pirata, pero allí donde la tocaba, su cuerpo estallaba en llamas.
Le echó los brazos al cuello, enredando los
dedos en su largo cabello negro, mientras sus labios se encargaban de
saborearlo entero.
Era alto y fuerte y
peligroso. A pesar de ello, lograba que se sintiera segura y protegida. Y cuando
posaba su mirada imperfecta sobre ella, hacía que se sintiera viva.
Gimió al sentir las manos de él presionando
su costado, cerca de sus pechos. Con todos sus sentidos fuera de control,
entrelazó
una de las piernas con las suyas y se arqueó para reducir el espacio entre sus cuerpos.
«Ah, sí. Justo así».
Después, cegada por la
lujuria, se apropió
del timón y
giró
para colocarse encima. Él
sonrió,
sorprendido, antes de posar una mano en su nuca y atraerla de nuevo a sus
labios.
Ambos estaban fuera de sí, perdidos en la pasión del momento, y por eso no oyeron el
ruido de pasos acercándose.
Ni el carraspeo que dejó
escapar la sombra que se situó a
su lado.
Pero sí oyeron sus primeras palabras.
—Es increíble lo que uno puede encontrarse en un
rincón
oscuro de Tortuga.
¡Piratas! – Laura
Esparza
hola,
ResponderEliminareste fue uno de mis libros favoritos del año pasado, y has puesto una escena que me encanto.
Gracias por compartirla
Besotessssssssssssss
Hola, no he leído aún este libro, pero está en mis pendientes. Por cierto, pertenecemos a la iniciativa 'Seamos seguidores', nos quedamos por aquí y te invito a pasarte por mi blog: https://threecrystalbooks.blogspot.com/
ResponderEliminarEste libro lo tengo en mi lista de deseos y menudo momento, ganas me dan de correr a por él y disfrutarlo.
ResponderEliminarBesos =)
Hola! vaya corte se llevan al final jejejeej aunque la escena está muy bien. Besos!
ResponderEliminar¡CÓMO ME GUSTA ESTE LIBRO!
ResponderEliminarQué escena más maravillosa ^^