Lorianne estaba mostrando la mujer que llevaba dentro, y él hacía rato que
había dejado de lado la sensatez del hombre responsable que era. Con un
movimiento audaz y arriesgado, Nerian soltó los primeros botones que cerraban
el frente del vestido. Los pechos, pequeños y firmes, liberados en parte de la
presión del ajustado corpiño, cubiertos solo por la fina tela de la camisola,
se asomaron impúdicos al improvisado escote. Nerian sintió que todo su cuerpo
respondía a la sublime visión y cayó rendido ante la colosal sensualidad del
cuerpo femenino.
Lori contuvo la respiración. No estaba del todo segura de lo que pasaría a
continuación, pero deseaba descubrirlo. Deseaba volver a sentir el abrasador
contacto de su mano y el sabor de sus besos llenándole la boca.
Adivinando la necesidad de la joven, Nerian mordisqueó su labio inferior,
lo succionó y jugueteó con su lengua. Fue ella quien le salió al encuentro,
perdiendo el escaso control que le quedaba. Mientras se devoraban, los dedos de
él regresaron sobre los botones del vestido, desabrochando los suficientes para
que los senos escaparan de su encierro. Cubrió uno de ellos con la mano,
apretándolo ligeramente, notando contra la palma la dureza de su vértice.
Con un nuevo mordisco en el labio inferior, Nerian puso fin al beso, pero
no se alejó. Aún se entretuvo en lamer sus labios una última vez antes de
arañar con los dientes la tierna barbilla de Lorianne. Entre tanto, desataba la
cinta de la camisola, apartaba la fina tela y acariciaba la exquisita piel de
los pechos mientras iba dejando un rosario de besos y lametones sobre el perfil
de su rostro.
Lorianne, con la cabeza ladeada y la respiración atorada en la garganta,
contuvo a duras penas un desgarrador y frustrado gemido. Su interior ardía, las
piernas le fallaban y el centro de su placer palpitaba de necesidad. Se
retorció contra el sólido cuerpo que se apretaba contra el suyo.
Un pretendiente para la señorita Bowler – Ana F.
Malory
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