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martes, 27 de febrero de 2024

Besos de libro #316 Si no hay un mañana (II)



Me tomé mi tiempo, trazando con un dedo sus abdominales, y luego con dos dedos, trazando un mapa sobre ellos, memorizándolos.
Seguí adelante.
Mis dedos se deslizaron alrededor de su ombligo y bajaron, alcanzando la cintura de los pantalones de franela que llevaba puestos. Su cuerpo sufrió un nuevo estremecimiento, lo cual provocó que se acercara más. Su muslo presionó contra el lateral del mío.
Esto no está bien.
No debería estar haciendo aquello, pero saberlo no me detuvo. Lentamente, levanté mi mirada hacia la suya.
Sus ojos eran azules como el mar más profundo que yo hubiera visto jamás, como los que había rodeado con un círculo en el mapa que había sobre mi escritorio. De alguna manera nuestros rostros se habían acercado más y más durante mi exploración. Nuestros alientos se entremezclaban.
Reduje la distancia.
El contacto de mi boca contra la suya fue tan impactante y electrizante como la primera vez, tal vez incluso más intenso ahora. Fue simplemente el más dulce y suave de los roces. Tan solo mi boca moviéndose contra la suya, y entonces su mano se enroscó en mi nuca.
Dejé escapar un sonido que nunca antes me había escuchado a mí misma, abriéndole la boca, y cualquier control que Sebastian estuviera ejerciendo, lo que fuera que lo estaba reteniendo, se quebró. Sebastian me besó, me besó de verdad. Mi corazón amenazó con explotar. Su lengua se abrió paso. Sabía a menta y a él. Mi mano se movió hacia su cadera y le instó a acercarse más, pero no podía acercarse. No con mis costillas doloridas y el brazo roto.
Pero me besó, bebió de mis labios, de mi boca y de mis suspiros. Y se movió hacia abajo, mordiéndome el labio inferior, provocándome un gemido, y trazó un camino de besos por mi garganta cuando arqueé la cabeza hacia atrás, dándole más acceso. Lamió y succionó, prestando especial atención a ese punto justo bajo mi oreja que hizo que mis dedos de los pies se curvaran y mis caderas se movieran sin descanso. A continuación devoró mis labios una vez más, nuestras lenguas enredadas y el único sonido en la habitación era nuestro jadeo.
No tenía ni idea de cuánto tiempo estuvimos besándonos. Se alargó muchísimo, y no era falso ni fingido cada vez que nos lanzábamos de nuevo sobre el otro, ansiando y rogando silenciosamente por un poco más. Los amigos no se besaban así. No se aferraban el uno al otro como lo estábamos haciendo nosotros, mis dedos hundidos en su cadera y en su costado, su mano sosteniéndome con firmeza por el cuello, en absoluto dispuesto a dejarme ir a pesar de que no me estaba alejando.
Y seguimos besándonos y besándonos.
Cuando su boca finalmente se separó de la mía, apoyé la frente contra su hombro. Respiré pesadamente y atrapé su camiseta entre mis dedos. Durante lo que pareció una eternidad, ninguno de los dos se movió, y entonces él volvió a tumbarse de lado. Dejó la mano sobre mi cadera y la deslizó arriba y abajo por mi espalda en movimientos largos y suaves. Con su aliento bailando cálidamente sobre mi mejilla.
Y no hablamos durante el resto de la noche.

Si no hay un mañanaJennifer L. Armentrout



4 comentarios:

  1. Hola Neftis!!
    Hace tiempos que leí este libro, recuerdo que la protagonista no me cayo bien.
    Besos💋💋💋

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  2. Ooooh, cuánta pasión (típico de Armentrout xD).

    Gracias por compartirlo.

    La verdad que no he leído el libro y dudo que lo haga, con Armentrout tengo sentimientos encontrados.

    ¡Un saludo!

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  3. hola
    me encanta el fragmento, como se nota que lo ha escrito Jennifer ainssssss me encanta
    Besotesssssssssssss

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