—En mi habitación hay cerrojo —le susurro. Él me dedica
una sonrisa de esas tan suyas, irónica y traviesa a la par. Lo guío hacia la
escalera, y volvemos a besarnos, como si ya no supiéramos estar más de dos
minutos sin hacerlo—. ¿No te parece casi irreal?
—¿El qué?
Subimos los primeros dos peldaños, yo de espaldas.
—Esto. Nosotros.
—No. He soñado tantas veces con este momento que ahora
solo pienso en que se ha hecho realidad.
¿Ha soñado muchas veces con este momento? Me siento
flotar.
Nos besamos durante más rato que antes y me toca los
pechos por debajo de la camiseta. Me froto contra él, deseando sentirlo dentro
de mí. Creo que todavía vamos por el quinto peldaño pero no tengo prisa, quiero
disfrutar de cada segundo con él.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—¿Importa eso? —pregunta con la voz ronca.
Lo miro, pensativa. No respondo, es cierto que ya no
tiene importancia. Llegamos a la planta de arriba y sus besos alcanzan la
oreja. Me lame el lóbulo y los dos jadeamos. Después mete la lengua en la oreja
y yo le desabrocho los pantalones para palparle. Por su boca salen sonidos
apasionados que me recorren la columna vertebral. Me vuelve a besar con pasión.
Bebemos uno del otro. Estamos tan excitados que ni siquiera sabemos hacia dónde
vamos, avanzamos con torpeza. Casi pierdo el equilibrio por andar hacia atrás,
pero su brazo fuerte me sujeta.
—Si seguimos así acabaremos haciéndolo en el suelo. —Se
ríe.
Le señalo la habitación y entramos como quien le va la
vida en ello. Cierro con cerrojo y cuando me vuelvo, el modo en que me mira,
esa fiereza que provoca el instinto, me pone tan cachonda que mis besos se
vuelven de lo más salvajes. Me subo a la cama y lo invito, desprendiéndome de
la camiseta y el sujetador, mordiéndome el labio inferior. Él, prácticamente,
salta encima de mí y soltamos una risa.
—Ríete, Bambina. Me encanta cuando te ríes.
Y eso hago, me río de pura felicidad. Hasta ahora, el
sexo había sido quitarse la ropa y hacerlo, sin más, pero con él es diferente.
Nos conocemos, y al mismo tiempo, somos desconocidos. Queremos tomarnos el
tiempo que haga falta en explorar nuestros cuerpos y eso no hace falta decirlo
con palabras, simplemente nos desnudamos y nos exploramos con la mirada. Quizás
nos habíamos imaginado más veces de lo que estamos dispuestos a admitir la
forma de nuestro cuerpo debajo de la ropa. Y ahora que se desvela el misterio
estamos disfrutándolo al máximo. Yo paso la mano por sus pectorales y el poco
pelo moreno que hay en su pecho me hace cosquillas en los dedos. Él, por su parte,
recorre el hueco de mi espalda, de principio a fin, susurrándome que esa era
una de las cosas que se moría de ganas de hacer. Verme desnuda y acariciarme.
El calentón que llevaba hace un momento sigue de lo más caliente y, observando
su miembro erecto, lo toco con las yemas de los dedos. Él saborea ese
escalofrío con una sonrisa y dice:
—¿Qué te parece mi amiga? ¿Le ponemos nombre?
El pitido de mi carcajada sacude las paredes de la
habitación. Y como siempre, él se contagia, y me besa entre risas, sus dientes
chocando con los míos. Noto su polla en mi vientre y el deseo lo acelera todo.
Liam me lame el pezón mientras yo lo estimulo con la mano.
—¿Jugamos a las casitas? —pregunto, riéndome.
—A eso iba —dice sonriendo, y siento sus dedos en mi
interior. Un chillido de éxtasis sale de mi garganta. Su lengua se separa de la
mía para unirse a los dedos que hunde dentro de mí, y antes de llegar, se
deleita marcando el camino desde los pechos, descendiendo por la barriga, hasta
probar lo que hay entre los otros labios. Es tan intenso lo que siento que no
tengo palabras para explicarlo. Es como si el tiempo se hubiera detenido y
pudiera percibirlo todo de una manera más clara, los olores, las sensaciones,
todo está al límite mientras su lengua se entierra ahí abajo. Mis dedos se
aferran a su pelo, soltando jadeos entrecortados. Entonces me incorporo y le
cojo del rostro.
—Voy a por un condón —digo. Y en un salto me coloco junto
a la mesita de noche. Abro el cajón y se lo lanzo. Lo abre rápidamente y se lo
pone. Me vuelvo a poner donde estaba, urgiéndole con la mirada y, mostrándome
su sonrisa más provocadora, se pone encima de mí. La siento entrar. Nuestros
cuerpos están más unidos que nunca. Verlo en ese vaivén apasionado, hace darme
cuenta de algo, es algo que ya sabía, pero que ahora todavía tengo más claro:
estoy enamorada de mi mejor amigo. Quiero estar siempre con él.
—Eres preciosa, Bambina —me dice. Y cambiamos de postura,
se da la vuelta, desciende hasta los pies de la cama y me pone encima. Ahora
soy yo la que me muevo sobre él, y la sensación de ser yo quien le proporciona
el placer, anima a mis caderas a moverse en un baile de lo más sensual. Liam
suelta un murmullo apasionado. Aparta mi melena con delicadeza, para después
cogerme de la nuca y besarme, casi arrancándome los labios, mientras nos
movemos rítmicamente. Estoy a punto de correrme.
—Bambi, me vuelves loco.
Me besa con fruición mientras nos movemos y los jadeos se
vuelven más fuertes, la respiración va a toda velocidad. Nunca había disfrutado
tanto haciéndolo.
Verlo con esa cara de goce hace que este momento sea el
mejor de mi vida. Lo miro intensamente con la respiración entrecortada, perdida
en sus ojos verdes, le digo que le quiero, no con palabras, únicamente con la
mirada. Él apoya las manos a ambos lados de la cabeza y me lo dice.
—Te quiero, Bambina.
Estoy casi a punto y, cuando lo digo, me coge de la mano
y me lleva a la pared de la habitación. Me pone de espaldas contra ella
cogiéndome las piernas y vuelve a meterla. Esta vez la siento tanto que podría
pasarme los días repitiéndolo.
Se mueve cada vez más rápido, yo hundo mis dedos en su
pelo sin dejar de dar gritos que se intensifican a medida que llego al orgasmo.
Sin querer le araño la espalda y grito:
—Me corro.
Él contesta que también y, en una coincidencia que me
parece de lo menos usual, tenemos el orgasmo a la vez, nuestros espasmos
acompasados. Cuando acabamos sigue cogiéndome las piernas, me mira y sonríe.
Estoy perdidamente enamorada de él y en parte me siento indefensa, porque he dejado
mi alma al descubierto, sin protección. Nos besamos con dulzura mientras me
deja en la cama.
—Ha sido… no tengo palabras —digo.
Nos fundimos en un abrazo.
—Pues la parte que viene ahora me encanta —confiesa—, en
eso parezco más una tía.
—Pues sí —reconozco.
Nos miramos como dos bobos.
—Ahora me parece mentira que no lo hiciéramos antes
—digo.
—A mí también.
Se ríe un buen rato.
—¿Qué? ¿De qué te ríes?
—Nada. Estaba pensando que cada vez que leías algo te
desnudaba con la mirada, pero como estabas concentrada no podías verme.
Me río también y lo beso.
—Te quiero mucho, Liam.
—Yo también.
Nos besamos de nuevo y al poco nos quedamos dormidos,
abrazados. Nunca había sido tan feliz.
Bittersweet –
Melanie Rostock
Momentos así te hacen devorar un libro.
ResponderEliminarBesos =)
¡Hola! =)
ResponderEliminarLeí el libro hace tiempo, gracias por la escena :D
Un besito ^^
Hola preciosa!
ResponderEliminarNo lo he leído pero me encanta el beso que has puesto, de seguro que es un libro que disfrutaría bastante con su lectura.
Feliz fin de semana!!
−Fantasy Violet−
Besotes! ♥
Hola! Aunque el libro en sí no me gustó mucho (me pareció normalito) este momento es genial!!! Un saludo :)
ResponderEliminar¡Holaaa!
ResponderEliminarAy pues paso de puntillas porque no he leído éste libro. A decir verdad no se si lo vaya a leer, porque me llama pero al mismo tiempo no del todo como para ponerme ya de ya xD Imagino que en el futuro le daré una oportunidad.
Un besito.
Holaa, mira que viendo la portada de este libro no me había dado la idea de estas escenitas eehh, que ha estado muy bien ;)
ResponderEliminar¡Beesos! :3