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viernes, 22 de febrero de 2019

Besos de libro #230 Cuando encontré tus alas



Dio un paso más sin dejar de observarme con expresión ardiente, de manera
que quedamos totalmente pegados. Casi olvidé cómo respirar.
—Voy a besarte —anunció de repente.
Quise gritar.
—¿Por qué?
—Porque me preocupa que las palabras no sean suficientes para que me creas. Y necesito que lo hagas.
Ni siquiera pude contestar. Me limité a coger aire y lo siguiente que supe fue
que los ojos se me cerraron cuando mi boca recibió la presión de la de Lucas. Contuve un jadeo. Me quedé quieta, sintiendo sus labios moverse lentamente sobre los míos, dejándome libertad para decidir qué quería hacer a continuación.
¿Que qué quería? Pues creo que en ese momento quería muchas cosas. Quería
huir de allí. Quería discutir con él. Quería separarlo de mí, quería que siguiera y quería no sentir lo que estaba sintiendo al notar su aliento enredándose con el mío… Eso era lo que más quería de todo.
Lucas decidió interpretar el hecho de que no me apartara como una señal para seguir adelante. Subió sus manos por mi espalda hasta cubrirla por completo y conseguir pegarme a él. Me sentía diminuta al lado de su cuerpo, cuya calidez traspasaba la tela que nos separaba. Se me escapó un gemido al sentir la excitación de Lucas pulsar contra mi vientre, y él aprovechó la oportunidad para enterrar su lengua en mi boca y reencontrarse con mi sabor.
Su lengua se movía de un modo que había olvidado. Y si lo había olvidado era
porque tal vez nunca me había besado así. Con fuerza, con alivio, con magia. La que conseguía borrar todo lo malo que nos rodeaba y me permitía perderme en aquel momento.
Poco a poco me fui dejando llevar y, mientras lo hacía, fui encontrando señales de que aquel Lucas que me besaba era el mismo al que tanto había querido en el pasado. Un sinfín de recuerdos empezaron a descargarse en mi cerebro, como si hubieran estado escondidos en una nube de almacenamiento virtual. Mi cuerpo se llenó de sensaciones que me pinchaban el pecho como un puñado de alfileres, y entendí que solo podría ignorarlas si seguía entregándome a lo que estábamos haciendo.
El beso continuó; húmedo, lento, hambriento. Lucas siempre había sabido besar. Pero con el paso de los años había aprendido a hacerlo sin prisa, con una devoción que conseguía confundirme.
Cuando noté su mano metiéndose debajo de mi blusa para sentir mi piel, me
estremecí y decidí parar. En el fondo no me arrepentía tanto de haberlo besado, pero no quería darle vía libre y que hiciese conmigo lo que le diera la gana. No quería que creyera que tenía unos derechos que no le habían sido concedidos.
Al separarnos, vi que el brillo de sus ojos se apagaba lentamente al procesar mi expresión abrumada. Mi respiración se encontraba acelerada, así que intenté calmarme un poco y no descontrolarme. Di un paso atrás, tratando de recuperar parte de mi espacio vital.

Cuando encontré tus alasAlejandra Beneyto

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3 comentarios:

  1. ¡Hola!

    Me parece super bonita esta sección de besos de libro, aunque a mí no me gustase mucho "Cuando encontré tus alas". ¡A ver el siguiente!

    Saludos

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  2. Me encanta este apartado, acabo de descubrirlo en tu blog y me parece todo un acierto.

    Un beso.

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  3. Hola! que fragmento tan bonito, espero que el resto del libro haya estado igual de bien. Besos!

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